No cerremos la ventana

Como una buena noticia hay que acoger el dato de que la tasa de inflación para el conjunto de los países de la OCDE en 1982 ha sido del 6,5%, y aunque un promedio, relativo a veinticuatro países, encubre situaciones muy diversas, lo importante de la cifra antes apuntada es que hay que volver a la época anterior a la primera crisis del petróleo, es decir, antes de 1973, para encontrar tasas anuales de crecimiento de los precios inferiores a la citada. (...)En cualquier caso, la tasa promedio de inflación más elevada para el conjunto de la OCDE se produjo en 1974: era la primera vez que esta mag...

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Como una buena noticia hay que acoger el dato de que la tasa de inflación para el conjunto de los países de la OCDE en 1982 ha sido del 6,5%, y aunque un promedio, relativo a veinticuatro países, encubre situaciones muy diversas, lo importante de la cifra antes apuntada es que hay que volver a la época anterior a la primera crisis del petróleo, es decir, antes de 1973, para encontrar tasas anuales de crecimiento de los precios inferiores a la citada. (...)En cualquier caso, la tasa promedio de inflación más elevada para el conjunto de la OCDE se produjo en 1974: era la primera vez que esta magnitud económica se componía de dos dígitos; a continuación fue cayendo, para subir después al mismo techo en 1980, con la segunda crisis del petróleo. Los esfuerzos realizados en muchos países para reducir la inflación han conseguido bajar a la mitad el porcentaje de crecimiento de los precios de los peores momentos. Por esto decíamos ante s que era una buena noticia. Sobre todo si, además, se tienen en cuenta las perspectivas halagüeñas que supone en estos momentos la caída de los precios del petróleo, al haberse roto, por su propia avaricia, el oligopolio petrolero de la OPEP, y porque la baja de la tasa de inflación incidirá favorablemente en los tipos de interés, presionando a la baja de los mismos.

Quiere esto decir, como corolario, que reducir el déficit del presupuesto público se convierte en un objetivo prioritario si se quiere contribuir eficazmente a la estrategia antiinflacionista y a tipos de interés más soportables. (...)

Si esta estrategia se consolidara en los países con mayor incidencia en la economía mundial, se podría afirmar que la gravedad de la crisis actual empezaría a ceder y que, después de diez años de pérdidas y sufrimientos incalculables, el horizonte se aclara y la esperanza renace. (...)

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Para ello es necesario que sobre los dogmatismos ideológicos se imponga la racionalidad económica, la flexibilidad y el gradualismo. La economía no necesita de salvadores, de visionarios, sino de planteamientos técnicos y, sobre todo, de mucho sentido común. Hay cosas que son claras para la percepción ciudadana. Cuando el presidente de los empresarios ha tenido que visitar al del Gobierno para exponerle su preocupación por hechos y actitudes que afectan gravemente a la moral empresarial, algunas de las cuales parten incluso de las propias instancias del Ejecutivo, es que ese sentido común está dando señales de insuficiencia, y no digamos con otras medidas recientes. En el mundo económico, decíamos antes, comienza a aparecer un rayo de luz. Por favor, no cerremos la ventana.

26 de febrero

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