Tribuna:

Propuestas éticas para Cataluña

Me preocupa el artículo de Francisco Umbral sobre el presidente de la Generalitat publicado en este periódico el día de fin de año. Me recordó, por su lenguaje, la campaña que se dirigió contra otro político catalán, el socialista Josep Pallach, reconocido ahora, después de su muerte como uno de los más coherente líderes de la vida política catalana.Nuestra democracia se puede frustrar de dos maneras. Normalmente, pensamos en la amenaza de un golpe de fuerza por parte de grupos partidarios de fórmulas políticas autoritarias En nuestro caso, no se trata de un riesgo teórico, sino de intentos qu...

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Me preocupa el artículo de Francisco Umbral sobre el presidente de la Generalitat publicado en este periódico el día de fin de año. Me recordó, por su lenguaje, la campaña que se dirigió contra otro político catalán, el socialista Josep Pallach, reconocido ahora, después de su muerte como uno de los más coherente líderes de la vida política catalana.Nuestra democracia se puede frustrar de dos maneras. Normalmente, pensamos en la amenaza de un golpe de fuerza por parte de grupos partidarios de fórmulas políticas autoritarias En nuestro caso, no se trata de un riesgo teórico, sino de intentos que no estamos superando con facilidad. Pero hay otra amenaza más sutil. Sí la confrontación entre los partidos políticos no se inscribe en una ética elegante y noble, la democracia se deteriora en ella misma y se autodestruye.

Me temo que lecturas como la de Francisco Umbral sobre la realidad de Cataluña nos conduzcan alegremente a un tratamiento de lo político carente de inspiración ética. Me parecería positivo discutir al presidente de la Generalitat sus opciones políticas de centro-derecha. Me parecería correcto discutir su programa cultural. Pero creo desafortunado descalificar su persona y asegurar que sus ambiciones son preferentemente mercantiles. No puedo pensar que el propósito de artículos como éste sea desmoralizar al presidente de la Generalitat o que se trate de humillarle públicamente. Lo que ocurre es que el efecto producido por este tipo de textos se aproxima a una campaña que se propusiera desmoralizar o presentar como desmoralizado a este político catalán y, en todo caso, pretender elogiar a Cataluña atacando a sus instituciones y personas más representativas.

Es curioso que la crítica al actual presidente de la Generalitat se polarice ahora en dos aspectos que son justamente dos características acusadas de su personalidad. Su fortaleza moral, en el sentido deportivo del tener moral, es muy notable, y quizá moleste a sus oponentes políticos. Sus horizontes culturales son amplios y no es un especialista de los que se encuentran perdidos fuera de su propio campo. Lo que debería discutirse con él es si su proyecto para Cataluña recoge suficientemente las aspiraciones populares en el orden de la justicia social y si su propia cultura es dialogante con sensibilidades culturales situadas más a su izquierda. Pero es indudable que sigue teniendo propuestas para Cataluña y que no está al margen de lo que se produce en el mundo de las ideas.

Ataques a Cataluña

Sería bueno que, desde Cataluña, dijéramos claramente que no es posible respetarnos si no se respetan nuestras instituciones autonómicas y las personas -las de ayer, las de hoy y las de mañana- a quienes corresponde su representación. Los ataques a la Generalitat o a su presidente, son, necesariamente, ataques a Cataluña y, por tanto, también a la experiencia de la democracia y de la libertad, de la cual nos sentimos gozosamente protagonistas. Por supuesto, la gestión del presidente de la Generalitat y de su Gobierno han de ser criticadas, pero con un estilo que dignifique al que critica y al criticado. Quizá nuestra democracia sea demasiado joven para pedirle modos éticos y estéticos. Yo creo que es el mejor momento. El cambio socialista que convocó tantos votos en las recientes elecciones introdujo, con valentía, perspectivas éticas en los proyectos políticos.

Soy partidario de la diversidad de propuestas para Cataluña. Me reconozco a mí mismo en la corriente del socialismo ético. Deseo, sobre todo, que todas las propuestas posibles se exijan a sí mismas la seriedad y la gracia de una inspiración ética. Estoy pensando en una normalización política en la cual sea prioritario el servicio a los ciudadanos respecto al triunfo del propio partido, la atención a los problemas concretos más que a la liturgia de la clase política, el diálogo entre personas más que la colisión de ideologías establecidas. La democracia existe sólo en la medida en que somos capaces de tener una discreta simpatía por nuestro enemigo político.

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Pido que las propuestas sobre Cataluña se digan con claridad, que se expliciten los diversos modelos posibles para el futuro de la nacionalidad catalana, que aparezcan los proyectos a largo plazo más allá de las preocupaciones electorales inmediatas y, sobre todo, que progrese un estilo de pluralismo favorable al buen humor, capaz de producir una literatura política sobre la que no pueda caer la sospecha de que, con el pretexto de descalificar una opción política, lo que consigue es atacar a Cataluña.

Félix Marí i Ambel es presidente del Movimiento Internacional de Intelectuales Católicos Pax Romana.

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