La 'locura' publicitaria

Acaba 1982 con un boom publicitario que haría pensar a un eventual extraterrestre que en lugar de encontrarnos en un país inmerso en una profunda crisis económica, con más de dos millones de parados, con 47.000 empresas cerradas en los últimos cinco años, con dos docenas de bancos luchando por un saneamiento difícil y controvertido y con media docena de grandes empresas en suspensión de pagos, vivimos en una ciudad alegre y confiada, que puede comprar to,dos los sofisticados juguetes que se anuncian por televisión, seguir utilizando el coche con una de las gasolinas más caras del mundo,...

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Acaba 1982 con un boom publicitario que haría pensar a un eventual extraterrestre que en lugar de encontrarnos en un país inmerso en una profunda crisis económica, con más de dos millones de parados, con 47.000 empresas cerradas en los últimos cinco años, con dos docenas de bancos luchando por un saneamiento difícil y controvertido y con media docena de grandes empresas en suspensión de pagos, vivimos en una ciudad alegre y confiada, que puede comprar to,dos los sofisticados juguetes que se anuncian por televisión, seguir utilizando el coche con una de las gasolinas más caras del mundo, pagar la merluza a 5.000 pesetas el kilo y celebrar la salida del año con unas uvas, probablemente congeladas, al insólito precio de 1.200 pesetas el kilo. (...)Es sabido que lía publicidad puede, en determinadas condiciones, exacerbar ciertas necesidades artificiales, siempre respondiendo a los deseos más o menos concernientes de una sociedad consumista. Pero si la publicidad descalifica su argumentación frente a determinado tipo de compradores potenciales, no responde a su auténtica misión creativa y persuasora, y defrauda a los anunciantes, a los medíos y hasta a los propios destinatarios de sus mensajes. Auténticas asociaciones de consumidores deberían ser capaces de establecer rigurosos criterios de selección, en calidad, cantidad y precio (...).

El poder de informar es una función social, enormemente más sugestiva que el poder de hacer comprar. Este último, si no responde a una informacion veraz, objetiva y Fiable, muere inmediatamente, porque la mentira publicitaria dura lo que la primera experiencia insatisfactoria de un comprador. Como función simplemente económica, el poder de hacer comprar en determinadas circunstancias un determinado producto no puede compararse con la trascendencia sociológica, intelectiva, cultural y humanística que tiene la función social de informar, en todo tiempo y en todo lugar, sobre las características, los logros y las ventajas de cada nuevo producto o servicio creado por la industria, el arte, la tecnología o la civilización.

Alguna decisión importante habrá que adoptar en el problema de la regulación de la publicidad. Solución que en modo alguno puede limitarse al encarecimiento, en algunos medios, o a la prohibición de determinados productos.

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31 de diciembre

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