Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Una verdad tranquila

Una verdad tranquila -también electoralmente- vale por mil enérgicas mentiras. Lo que el psocialismo está ofreciendo a los españoles, en la última curva a tumba abierta del circuito electoral, es una verdad tranquila: la justicia y el orden no son incompatibles. Más bien, salen lo uno de lo otro. Cuando la gente se advierte justamente tratada, justamente servida, no alborota. Cuando la gente vive ordenadamente, no soporta injusticias, que son desorden. La famosa opción de Goethe "prefiero la injusticia al desorden" es un apotegma mal planteado, porque la injusticia es el mayor y ...

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Una verdad tranquila -también electoralmente- vale por mil enérgicas mentiras. Lo que el psocialismo está ofreciendo a los españoles, en la última curva a tumba abierta del circuito electoral, es una verdad tranquila: la justicia y el orden no son incompatibles. Más bien, salen lo uno de lo otro. Cuando la gente se advierte justamente tratada, justamente servida, no alborota. Cuando la gente vive ordenadamente, no soporta injusticias, que son desorden. La famosa opción de Goethe "prefiero la injusticia al desorden" es un apotegma mal planteado, porque la injusticia es el mayor y único desorden de toda la elipse de Kepler en que giramos. Mi cuñada, que es madre de familia, dice que va a votar a Fraga. Efectivamente yo creo que Fraga es un candidato para cuñadas políticas. El Orden fragafranquista y goethiano arropaba injusticias económicas y sociales como las que ahora han llevado a la cárcel al hermano del ex ministro José Solís, sonrisa populista del Régimen aquel que hubo según me han dicho. Y elijo este caso, entre miles y miles, porque está en la más reciente crónica de sucesos, con las inundaciones levantinas, que tanto lamento. Tengo dicho, a propósito de mi reciente novela/río Las Giganteas, que España es un país de ríos secos que se desbordan siempre. Nuestra democracia puede embarrancar en las cuñadas como el Ciudad de Sevilla en Palma. Contra las verdades tranquilas de Felipe González, a las penúltimas cuñadas periféricas del franquismo sólo les queda argumentar que "no le van a dejar hacer lo que dice". En vista de lo cual, votan para que no le dejen.Me piden de Libération, de París, una semblanza de Felipe González "que no sea sólo política".O sea, el toque literario. Cuando los franceses deciden aplicar el toque literario a alguien, a algo, es que lo dan por bueno. La literatura es su manera -bellísima manera- de consagrar las cosas. Les digo a los parisinos, en mi artículo, que el cuarentañismo se pasó los cuarenta años propiamente dichos temiendo la "conspiración judeomasónica" que venía del Norte -Europa-, y resulta que el peligro les viene del Sur, de la Aridalucía mora y psocialista, cristalizada en Felipe, "el moro amigo", como Ortega dijera del granadí Fernández Almagro. El otro día estuve en la finca del doctor Portera con la legendaria Hafida (como ya he contado aquí), que fue guerrillera socialista y luego embajadora en España. Ya hay algunos intelectuales que le piden a Hafida su regazo argelino/polisario si aquí llegase a imponerse el organigrama chorreante de las cuñadas/cacerolas, a la manera de Pinocheit. Las últimas sofemasas de este inatutino catalán/manchego plantean la bipolarización política, en la que yo siempre he creído, llegando a la utopía interior de atenuarla mediante el sagastacanovismo bien llevado (no el sagastacanovismo de Fraga, que consiste en prescindir de Sagasta). El centrismo es una bella teología y por eso lo defienden un ángel con alas de papel biblia -Lavilla- y un ángel con alas de duraluminio: Rosón. Pero las bipolarizaciones producen su propio centro, su lugar de encuentros, pues que Fraga tiene asu derecha el piñarfalarigismo, que le moderará por contraste y "asco de la greña antijacobina", tan bien peinada. Y Felipe tiene a su izquiérda un casinillo crítico -Gómez-Llorente, Castellano, etcétera- que también le llevarlá, por autonomizarse de ellos, a dialogar con Fraga.

Este país necesita, mejor que verdades a gritos (el grito es ya mentira y demagogia), una verdad tranquila, ese poso moro (Fraga ha acertado en el diagnóstico socialista, pero a la inversa), sedado de orientalismos, hecho de sinceridades elementales como el agua y el barro. Y la paz.

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