Reportaje:

La policía, desconcertada sobre los móviles del asesinato del párroco de Calpe

Las mantelerías blancas de encaje que adornan los balcones de Calpe (Alicante) durante las procesiones de Semana Santa estaban ayer colgadas de los balcones y lucían crespones negros en señal de despedida al cura párroco de la localidad, Antonio Penalva Gómez, asesinado el pasado martes por un individuo que forzó la puerta de la casa parroquial con intenciones desconocidas y fue sorprendido por el sacerdote. El móvil del crimen no ha sido esclarecido.

Antonio Penalva, de 49 años de edad, natural del pueblo alicantino de Catral, fue enterrado en el cemeterio de su localidad natal en medi...

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Las mantelerías blancas de encaje que adornan los balcones de Calpe (Alicante) durante las procesiones de Semana Santa estaban ayer colgadas de los balcones y lucían crespones negros en señal de despedida al cura párroco de la localidad, Antonio Penalva Gómez, asesinado el pasado martes por un individuo que forzó la puerta de la casa parroquial con intenciones desconocidas y fue sorprendido por el sacerdote. El móvil del crimen no ha sido esclarecido.

Antonio Penalva, de 49 años de edad, natural del pueblo alicantino de Catral, fue enterrado en el cemeterio de su localidad natal en medio de una gran manifestación de duelo. Por la mañana unas 2.000 personas. abarrotaron la iglesia de Calpe de la que era párroco el fallecido, durante una misa de funeral que estuvo oficiada por el obispo de la diócesis, Pablo Barrachina, asistido por cerca de un centenar de sacerdotes. Las primeras, autoridades locales y provinciales estuvieron en el funeral y los asistentes acompañaron luego a los restos del párroco hasta los límites del pueblo.El suceso, cuyas motivaciones permanecen aún oscuras, ya que el homicida no sustrajo al parecer nada de la vivienda del sacerdote, conmovió profundamente a este pueblecito turístico que cuenta con poco más de 8.000 habitantes. Según las versiones de testigos presenciales que pudo recoger EL PAIS, el párroco, que ejercía habitualmente una activa labor de apostolado, se disponía a proyectar una película en el Colegio Nacional Azorín y echó en falta algún elemento necesario para ello, por lo que acudió a su domicilio a buscarlo.

Minutos antes un hombre joven, con pelo castaño claro, bigote fino e impecable traje de color beis, había preguntado a un albañil, frente a la cofradía de pescadores, el camino para llegar en coche a la casa del párroco.

Cuando el sacerdote llegó a su domicilio -poco después de las 11.00 horas- encontró dentro a un hombre, que los testigos del suceso describen con los mismos detalles que el desconocido del traje beis, con quien forcejeó y al que persiguió hasta donde el aparente ladrón tenía aparcado su vehículo, al parecer un Ford Taunus o Granada, color marrón metalizado y matrícula de Madrid 1438-EC.

Uno de los testigos de los hechos fue el concejal de UCD Juan José Morató, de 35 años de edad. "Serían sobre las 11.15", señala, "iba a decirle a mi mujer que estaba abajo, ocupado en las obras del alcantarillado, cuando al subir por la calle del Trinquete oi gritos de "¡Socorro, socorro!". Al llegar a la plaza que hay junto a la iglesia vi al delicuente en el coche, un hombre cogido a él que yo no sabía que era el cura y a mi mujer aferrada a éste. Había otro chico que intentaba coger el volante".

El chico era Francisco García, de 18 años, que resultó herido de un disparo y ayer se encontraba recuperándose en su domicilio. "En ese momento", continúa Morató, "se oyó una explosión y vi al chico caer hacia atrás con el brazo ensangrentado. Mi mujer le decía al cura: "Déjelo, que tiene un revólver". Hubo dos disparos más. Mí mujer se apartó y me dijo: "Vete para allá que es don Antonio, el cura". Me lanzé sobre el coche, cuando éste arrancaba y pocos metros más alante, al tropezar el vehículo con una furgoneta aparcada, la puerta casi se cerró y me desplazó fuera del automóvil. Continué corriendo junto al coche mientras don Antonio seguía aferrado al cuello del conductor con los dos brazos y llevaba arrastrando una pierna fuera del automóvil. Llegó un momento en que el vehículo chocó con un 133, pero éste se apartó y pudo continuar su marcha. En ese momento otros dos hombres, Juan Antonio Martínez y Antonio Crespo, me cogieron a mí y entre los tres sacamos a don Antonio. El automovilista consiguió huir".

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Disparo a quemarropa

La mujer del concejal, María del Carmen Delgado, explica que acudió junto con el joven a socorrer al párroco cuando advirtió lo que ocurría e intentó evitar que el sacerdote forcejease con el delincuente al ver que tenía un arma. El impulso de uno de los disparos que alcanzó al cura (fue hecho a quemarropa y el proyectil le entró por el costado derecho) fue sentido por la mujer del concejal, quien estaba junto al párroco y se separó en ese momento, aún así el párroco continuó aferrado al coche en todo momento.Juan Antonio Martínez, de 33 años de edad, uno de los dos hombres que contribuyeron a soltar al sacerdote, explica que se encontraba en un bar junto con su primo Antonio Crespo cuando oyó gritos de "¡al ladrón!". Acudió en el momento del choque con el otro automóvil y logró coger del pelo al conductor durante unos instantes. Al caer fuera del coche advirtió la sangre en la cabeza del sacerdote y supo que estaba herido, posiblemente de gravedad. Tanto él como el concejal describen al conductor del vehículo como un hombre joven con traje beis, botines color corinto y camisa a rayas, de buena presencia. "Era muy guapo, con aspecto de maniquí", señala Morató.

El individuo, una vez hechos los tres disparos, había arrojado fuera del coche el arma, un pequeño revólver que no llevaba más balas. En la compleja película de los hechos falta todavía por establecer las razones que pudieron llevar a este individuo a acudir a la casa del párroco. El móvil del crimen parece difícil de esclarecer sobre todo después de haberse comprobado que, al menos aparentemente, no faltaba nada en el domicilio del sacerdote después de ocurrir los hechos. Hay quien aventura que el asesino podía haber ido en busca de documentos y no de dinero.

María Consuelo Morató, esposa del anterior alcalde del pueblo, Vicente Pastor, llegó a tiempo, cuando sacaron al sacerdote del coche, de sujetarle la cabeza para que no diese con ella en el suelo. Según su narración el cura dijo "me ahogo" y ella le recomendó que respirase hondo. Enseguida llegó una ambulacia que trasladó al herido a la clínica Virgen de Fátima, de Benidorm, pero ingresó en ella cadáver. "Yo iba con él, decía María Consuelo Morató, "y habló tres veces. Una de ellas dijo, "no llego", luego me llamó dos veces por mi nombre y ya no dijo nada más".

Fuentes de la Comandancia de la Guardia Civil de Alicante informaron a EL PAIS que pese a haberse montado un riguroso dispositivo de control el coche no había sido localizado ayer.

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