Tribuna:

El vacío de poder

Se dice que la naturaleza tiene horror al vacío y que procura llenarlo, de inmediato, con elementos sólidos, líquidos o gaseosos. Era este un dicho de la física antigua que ya no resulta válido para la ciencia contemporánea. Por analogía, se utiliza ahora con profusión la amenaza del vacío de poder como posible pretexto que utilizarían para ocuparlo quienes no cejan en su empeño de considerar al Estado como una pieza apetecible capaz de satisfacer las ambiciones desorbitadas de aquellos que se consideran poseedores exclusivos de la verdad política. Donde la democracia está sólidamente establec...

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Se dice que la naturaleza tiene horror al vacío y que procura llenarlo, de inmediato, con elementos sólidos, líquidos o gaseosos. Era este un dicho de la física antigua que ya no resulta válido para la ciencia contemporánea. Por analogía, se utiliza ahora con profusión la amenaza del vacío de poder como posible pretexto que utilizarían para ocuparlo quienes no cejan en su empeño de considerar al Estado como una pieza apetecible capaz de satisfacer las ambiciones desorbitadas de aquellos que se consideran poseedores exclusivos de la verdad política. Donde la democracia está sólidamente establecida y forma parte del sistema de sociedad, no existe vacío de poder, al mantenerse intactas, por el unánime consenso de las fuerzas políticas, las reglas del juego. En los Países Bajos se verificaron hace Linos meses elecciones generales. La dispersa condición de los grupos políticos hizo muy difícil la recomposición de una mayoría estable y se abrió una crisis de Gobierno que duró muchas semanas. Nadie perdió los nervios ni se produjeron rumorazos golpistas. Al cabo de un tiempo, la coalición del Gobierno holandés se formó. Análoga, fue la situación italiana en no lejana ocasión. Y el resultado de las recientes elecciones belgas hace prever un largo período de consultas antes de que cristalice un Gabinete de andadura parlamentaria viable.¿Hubo vacío de poder en La Haya, en Roma o en Bruselas en esas ocasiones? Por supuesto que no. Se puede criticar al sistema electoral correspondiente porque favorezca el fraccionamiento de los partidos o porque no facilite la formación de mayorías sólidas. Pero nadie llegará a la conclusión de que un golpe de Estado vaya a ser la consecuencia de una larga crisis ni el remedio para que no se produzca. El pretexto sí que lo puede ser. Pero para ello es preciso que exista un propósito preconcebido de asalto al poder. Cualquier razón es válida para quien desea en lo íntimo destruir la democracia. Y esa es una de las componentes que late en el fondo de nuestro panorama político y a la que se alude oblicuamente por una especie de pudor mal entendido.

Hay un sector de nuestra sociedad que no acepta el sistema democrático como forma de convivencia nacional. Que rechaza la Constitución y que considera pernicioso el código de las libertades civiles y de los derechos humanos. Este arcaísmo residual de nuestra colectividad tiene fronteras mal definidas. Se extiende confusamente por estamentos y sectores en una propaganda insistente, hecha de insidias y amenazas. Utiliza burdas analogías exteriores, que nada tienen que ver con la realidad. Piensa -si piensa- que Reagan y Haig son golpistas. Que Strauss les ayudará cuando sea canciller alemán. Que el fascismo de Almirante va a ganar las elecciones italianas. Que en Francia ya se ha implantado el comunismo. Que la tercera guerra mundial está encima. Y que el Cono Sur americano, el apartheid de Pretoria y los que mandan en Taiwan les acogerían con entusiasmo en los foros internacionales. Sobre esa base inexistente, propagan su mercancía los depositarlos exclusivos del patrioterismo y de la fe revelada.

Se utilizó el argumento del supuesto vacío de poder en la noche del 23 de febrero, con la pintoresca acusación de que estando secuestrados Parlamento y Gobierno, la cúpula ejecutiva quedaba vacante. Yal quedar sin mando, era forzoso ocupar el sitial abandonado para que el país no se sintiera huérfano. Tan cínica explicación fue utilizada una ydad del 23-F. Ahora resuena otra vez la descarada cantilena del "poder abandonado", utilizando la difícil y larga crisis interior de UCD, que cuantos defendemos la estabilidad y el asentamiento de la democracia en España deseamos ver superada y resuelta sin más fisuras. Pero el golpismo quiere, en cambio, que dure, para que sus aparentes razones se apoyen en la disparatada tesis de que ellos vienen a ocupar un piso vacío para salvar los muebles. ¡Pobre piso! ¡Ay de los muebles! Yo vi cómo se destripaban las sillas de época del Congreso a golpes de navaja cabritera, para organizar una fogata en la que seguramente se hubieran quemado libros nefastos. De aquellos que hacen pensar.

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Esto no tiene nada que ver con el vacío de poder, sino que se halla motivado por la ambición de poder, que es cosa distinta. Tampoco es una alternativa de gobierno para resolver los problemas nacionales lo que se postula; sino una aspiración ilícita al ejercicio del mando por quienes suponen que el carisma les viene conferido por un paráclito ideológico que desciende sobre susfrentes en forma de llamita azul y que con ello lo justifica todo, incluso la violencia física llevada hasta el exterminio o eliminación de los adversarios. Una vez realizado ese trabajo, lo demás viene dado por añadidura: la inflación desmandada; el paro desbordado; el arbitrismo de los aficionados a la economía; la corrupción amparada en el silencio impuesto; la persecución de la cultura, y la pistola y la tortura convertidos en sistemas educativos. Y de fronteras afuera, el aislamiento, otra vez; el numantinismo paleto y xenófobo; el cierre de Occidente; las arenas del desierto y el aullido de los chacales.

No nos hallamos ante un supuesto vacío de poder que se trate de remediar, sino frente a un total vacío de pensamiento de quienes quisieron imponernos a la fuerza una España hueca de ideas, mal gobernada por la fuerza bruta de una minoría. Es decir, un poder sin pensamiento; un poder vacío.

En vías de recomposición UCD, tiene Calvo Sotelo el apoyo parlamentario y el de la opinión pública para seguir adelante ejerciendo la plenitud del poder civil frente a cualquier intento de soluciones "seudoconstitucionales", como las definió acertadamente Felipe González.

Ni vacío de poder ni situaciones límites. Normalidad democrática y constitucional.

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