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En favor de un entendimiento entre el Papa y los teólogos / y 2

La Iglesia tiene que anunciar el evangelio al mundo, pero en primer lugar tiene que anunciárselo a sí misma. Carecemos de credibilidad si predicamos al mundo lo que no hacemos dentro de nuestra Iglesia. Explicado esto en términos políticos: no existe política exterior eclesiástica convincente sin una política interior consecuente. La verdad de la Iglesia es concreta, práctica e inseparable. Por esto -y en consecuencia, con el programa del Concilio Vaticano II y según Juan Pablo II- necesitamos:1. Un humanismo cristiano concreto. Realizado ya desde un principio en la...

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La Iglesia tiene que anunciar el evangelio al mundo, pero en primer lugar tiene que anunciárselo a sí misma. Carecemos de credibilidad si predicamos al mundo lo que no hacemos dentro de nuestra Iglesia. Explicado esto en términos políticos: no existe política exterior eclesiástica convincente sin una política interior consecuente. La verdad de la Iglesia es concreta, práctica e inseparable. Por esto -y en consecuencia, con el programa del Concilio Vaticano II y según Juan Pablo II- necesitamos:1. Un humanismo cristiano concreto. Realizado ya desde un principio en la educación cristiana, en los seminarios de sacerdotes, en la teología, en la dogmática eclesial, en las enseñanzas morales y sociales.

2. Colegialidad y fraternidad practicante, en virtud de la cual el Papa comparta su poder con el concilio, con los obispos, con el Sínodo Episcopal, con las conferencias de obispos, con las deliberaciones diocesanas y parroquiales; el Papa no figure como monarca de unos súbditos, sino, según el espíritu de Juan XXIII, como hermano entre hermanos; se modifique la curia también internamente, se reforme la misión de la nunciatura y se permitan dentro del Vaticano también otras teologías católicas, que no sean las curiales, y el Papa delegue el derecho de elección de los obispos en los consejos diocesanos y sacerdotales de las respectivas diócesis; se procure conseguir, en colaboración con los obispos, no una uniformidad autoritaria, sino una unidad católica dentro del pluralismo.

3. Un ecumenismo más efectivo. Mediante claras señales de reconciliación. Reconocimiento de la validez de los ministros protestantes y de las celebraciones pascuales (propuesto por tantas comisiones ecuménicas); abolición del obstáculo matrimonial canónico para matrimonios mixtos y educación de los hijos. Hospitalidad eucarística recíproca, clases de religión ecuménica comunes y construcción común de iglesias; examen de los límites del magisterio eclesiástico y de las prerrogativas del servicio papal.

4. Derechos humanos reconocidos también dentro de la Iglesia. La concesión de iguales derechos dentro de la Iglesia también para las mujeres -con vistas a la catastrófica carencia de vocaciones sacerdotales-, matrimonio de sacerdotes y ordenación de las mujeres; abolición de procedimientos injustos en Roma u otros lugares contra teólogos y pastores. Cambio de actitud hacia los divorciados, hacia los homosexuales y todos aquellos miembros de la Iglesia que estén excluidos de la comunidad sacramental.

Justicia social válida

5. Una justicia social válida también dentro de la misma Iglesia. Sueldos justos y derecho a sindicación también dentro del Vaticano y en otras instituciones eclesiásticas; solidaridad con los pobres (y con sus hijos) mediante el estímulo de la libertad de conciencia en el control de la natalidad (especialmente en las ciudades superpobladas de América Latina). Administración controlada del patrimonio eclesiástico según los principios y la voluntad de la comunidad eclesiástica.

6. Paz verdadera como obra de justicia, mediante el apoyo a obispos, sacerdotes, religiosas y laicos cuando se enfrenten a la violencia de regímenes dictatoriales; mediante un examen de conciencia sincero en aquellos lugares donde la Iglesia constituye un obstáculo en el camino hacia la paz (falta de convicciones ecuménicas en la República de Irlanda, en el Líbano, etcétera); mediante un»a transformación de la conciencia de los hombres en vistas a preparar el desarme y la paz entre los pueblos.

Se trata, pues, de conseguir una convivencia crítico-solidaria de la jerarquía con la teología. Y, finalmente, huelga decir que la mayoría de las expectativas que aquí se expresan no corresponden únicamente a los deseos de algunos teólogos, sino que, según múltiples encuestas,. responden a las esperanzas de la gran mayoría de los católicos en todo el mundo.

Hans Küng es catedrático de Teología Ecuniénica y director del Instituto de Investigación Ecuménica en la Universidad de Tubinga. Actualmente es catedrático invitado de la Universidad de Chicago, Divinity School. Autor de numerosos libros, en particular, los polérnicos ¿Infalible? ¿Existe Dios? y Ser cristiano. Copyright, Hans Küng.

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