La dimisión de Fernández Ordóñez

Las expectativas de los socialdemócratas apuntan hacia un posible "partido bisagra"

La dimisión del ministro de Justicia y líder de los socialdemócratas de Unión de Centro Democrático (UCD), Francisco Fernández Ordóñez, no ha sorprendido a los cabezas de fila del partido del Gobierno. Tres datos hacían prever que lo que en principio fue un rumor termi naría por convertirse con el paso del tiempo en algo inevitable: Francisco Fernández Ordóñez se encontraba cada día más incómodo en UCD, sus compañeros de ideología eran claramente beligerantes en la ejecutiva del partido, y se sabían los contactos de los socialdemócratas con dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSO...

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La dimisión del ministro de Justicia y líder de los socialdemócratas de Unión de Centro Democrático (UCD), Francisco Fernández Ordóñez, no ha sorprendido a los cabezas de fila del partido del Gobierno. Tres datos hacían prever que lo que en principio fue un rumor termi naría por convertirse con el paso del tiempo en algo inevitable: Francisco Fernández Ordóñez se encontraba cada día más incómodo en UCD, sus compañeros de ideología eran claramente beligerantes en la ejecutiva del partido, y se sabían los contactos de los socialdemócratas con dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

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Podría situarse en el mes de mayo la fecha en que Fernández Ordóñez comenzó a madurar la idea de abandonar el Gobierno. Fue entonces cuando en una reunión de la ejecutiva que el partido centrista celebró el día 4 de ese mes, Luis González Seara dejó estupefactos a sus compañeros de partido al sentenciar: «El programa de UCD se reduce a la integración de España en la OTAN y a la instalación de centrales nucleares». Más de uno, según propia confesión, pensó que estaba oyendo un discurso de Alfonso Guerra. Fernández Ordóñez, por otra parte, ya tenía acumulada una larga lista de agravios de sus propios compañeros de partido durante todo el proceso de aprobación de la polémica ley de Divorcio: desde la descalificación pública del diputado democristiano Manuel Díaz Pinés a Hoja del Lunes de Madrid hasta las acusaciones de rostro pálido con que le obsequió el dirigente democristiano Oscar Alzaga, pasando por aquella decisión que un grupo de democristianos adoptó nada más aprobarse en el Pleno del Congreso los artículos más progresistas de la ley de Divorcio de «no volver a votar ni un solo proyecto de ley que lleve la firma de Fernández Ordóñez». según filtró en su día la agencia Europa Press. Esta amenaza resultó irrealizable, ya que el ministro de Justicia, en su condición de tal, tenía que firmar numerosos proyectos de ley presentados por el partido a las Cortes, pero ofrece una idea clara del grado de tensión alcanzado en UCD. Después de hechos como éste, Fernández Ordóñez se tomó a broma los calificativos de masón que recientemente le ha dirigido su compañero de partido Ricardo de la Cierva en un periódico madrileño.La oferta de Alfonso Guerra

Por aquellas fechas, dos hombres del PSOE, Gregorio Peces-Barba y Alfonso Guerra, man tuvieron su primer contacto para hablar en serio de una posible coalición electoral con los cabezas de fila de la socialdemocracia centrista: Luis González Seara y el propio Francisco Fernández Ordóñez. Un dato especialmente importante es que estos contactos se realizaron a petición de los políticos centristas. Entre finales de mayo y comienzos de julio, los cuatro dirigentes mencionados mantuvieron tres reuniones. El objetivo de la conversación fue siempre el mismo: la posibilidad de que algunos socialdemócratas se presentaran a las próximas elecciones generales en la lista del PSOE de Madrid como independientes, renunciando, por tanto, a su identificación de socialdemócratas. Esta fue la oferta de Guerra y Peces-Barba, quienes recordaron a sus dos interlocutores que «el nombre de un político, por mucho prestigio que tenga, no arrastra demasiados votos». No hubo, en consecuencia, ningún acuerdo en este sentido. Fue a partir de entonces cuando los líderes socialdemócratas dedicaron su atención a su otra salida política: la creación de un partido bisagra, a ser posible con las siglas de UCD. Es decir, ocupar el espacio político comprendido entre la derecha (entendiendo por derecha el partido de Manuel Fraga y el ala conservadora de UCD) y el PSOE. Sus aliados para esta operación no podían ser otros que los suaristas, sobre todo después de las declaraciones que Adolfo Suárez efectuara a la revista Tiempo: « Si Unión de Centro Democrático da un giro a la derecha, yo abandonaré el partido».

Sin embargo, hay dos cuestiones que resultan conflictivas para ambas familias centristas, aunque tanto unos como otros no dudan en reconocer que están condenados a entenderse para hacer frente a los conservadores de su partido. Por un lado, el enfrentamiento, cada día más acusado, entre el ex presidente Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo no se corresponde con el líder socialdemócrata, ya que Fernández Ordóñez mantiene cordiales relaciones con el actual presidente del Gobierno. Pero, fundamentalmente, queda por dilucidar cuál de los dos dirigentes sería el auténtico líder de esa formación bisagra. Nada hay que disguste tanto al ex ministro de Justicia co mo aparecer ante la opinión pública como adjunto de Adolfo Suárez, y otro tanto puede afirmarse del duque de Avila. La tibia reacción del presidente Calvo Sotelo ante el pulso de fuerza que supuso la aparición del documento denominado Plataforma Moderada (manifesto inspirado por los democristianos y firmado por setenta parlamentarios centristas de ideología conservadora) y su reconocimiento expreso como corriente de opinión fue el detonante que hizo a ambas corrientes ideológicas de UCD recelar seriamente ante el proceso de derechización. Fue a partir de la reunión de la ejecutiva de la última semana del mes de julio pasado cuando ambos sectores centristas se opusieron firmemente a la decisión de la plana mayor de UCD de no cortar la operación iniciada por los democristianos con el documento de la plataforma moderada.

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Compromiso sobre la televisión privada

En la siguiente reunión de la ejecutiva, celebrada el pasado 19 de agosto, esta alianza entre socialdemócratas y suaristas, contestando las decisiones de Leopoldo Calvo Sotelo, se hizo patente hasta el punto de que se rompió la discreción con que los centristas guardaban el secreto del enfrentamiento. Fernández Ordóñez y Fernando Abril se enfrentaron con Pío Cabanillas por la decisión de este último de conceder autorización para la creación de canales privados mediante un decreto del Gobierno, evitando el debate parlamentarlo. Lo cierto es que aquel día el ex ministro de Justicia ya debía tener más que pensada su decisión de abandonar el Gobierno, pues cuando se trató a fondo el tema de la televisión privada, él ya se había ausentado de la reunión. No pudo escuchar, por tanto, la exigencia de Fernando Abril y del propio Adolfo Suárez para que la ejecutiva se comprometiera formalmente a que el tema no iba a tratarse en el Consejo de Ministros del día siguiente. Compromiso que Calvo Sotelo cumplió.

La integración de España en la OTAN fue, muy probablemente, el remate del convencimiento de que no era posible llegar a un dentro del mismo Gobierno. Como ya informó EL PAÍS en su día, ni socialdemócratas ni suaristas se oponen al ingreso de nuestro país en la Alianza Atlántica, pero tanto unos como otros coincidieron en su oposición a Calvo Sotelo por el momento elegido para ello, y ni Adolfo Suárez ni Fernández Ordóñez harán campaña en favor de la adhesión española a la OTAN. Por otra parte, parece que la comisión de salvamento creada tras la tormentosa ejecutiva de agosto, para lograr un pacto mínimo en los temas más importantes que van a configurar el otoño parlamentario, no logra el objetivo propuesto. «Hay voluntad de integración, pero es imposible conciliar ideologías tan dispares», ha sido el comentario de un socialdemócrata. «No se tratan temas ideológicos, sino reparto de poder». Esta frase, mucho más dura y pesimista que la anterior, pertenece a un destacado suarista.

Lo cierto es que Fernández Ordóñez se encuentra acorralado por el ala conservadora de su partido y tentado por su potencial aliado, Adolfo Suárez, quien le aconseja que no abandone UCD a ningún precio antes de que se dilucide quién se queda con la marca, que, en su opinión, vale como mínimo cien diputados.

A medio plazo y con vistas a las elecciones generales está la batalla del control interno de UCD, de su programa electoral y, sobre todo, de las listas electorales, en las que el grupo suarista tiene hoy gran influencia a través de los comités provinciales del partido y de la llamada comisión nacional electoral, en la que son miembros fijos dos suaristas -el presidente del partido y el secretario general, Rodríguez Sahagún y Calvo Ortega- y en la que Suárez podría conseguir por votación en el comité político otro de los cinco miembros de la comisión, con lo que tendría la mayoría absoluta. Desde esta comisión electoral piensa Suárez resistirse al proyecto de Leopoldo Calvo Sotelo de colocar a sus independientes en las listas.

Retirada

Así las cosas, el líder socialdemócrata ha optado por retirarse durante unos meses a su despacho de asesoría de empresas, mientras se van perfilando los acontecimientos políticos. Fernández Ordóñez ha elegido un buen momento para dejar el primer plano de la actividad: se va con un importante activo en su historia política, el haber sido autor de dos de las leyes más importantes de la transición, la de Reforma Fiscal y la de Divorcio, y no se quema en la tormenta parlamentaria de otoño, con debates como el de la OTAN y el del aceite de colza en perspectiva.

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