Reportaje:Irán, hacia la islamización del mundo / 2

El Bazar y el clero, únicos supervivientes políticos de la revolución

La ancha alianza política que hizo posible la revolución iraní, mostró desde su origen su vulnerabilidad y su carácter efímero. El frente anti-Pahlevi abarcaba desde el clero hasta el Bazar, sin olvidar a los nacionalistas del antiguo Frente Nacional de Mossadeq, los liberales y progresistas de formación europea, como Banisadr, los islamo-marxistas Mujaidin e Jalq, los Fedayines del Pueblo, los comunistas del PC Tudeh y una serie de grupos trostkistas y maoístas.En la improvisada división de tareas para consumar la revolución, el clero se reservó la orientación ideológica, el Bazar el soporte ...

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La ancha alianza política que hizo posible la revolución iraní, mostró desde su origen su vulnerabilidad y su carácter efímero. El frente anti-Pahlevi abarcaba desde el clero hasta el Bazar, sin olvidar a los nacionalistas del antiguo Frente Nacional de Mossadeq, los liberales y progresistas de formación europea, como Banisadr, los islamo-marxistas Mujaidin e Jalq, los Fedayines del Pueblo, los comunistas del PC Tudeh y una serie de grupos trostkistas y maoístas.En la improvisada división de tareas para consumar la revolución, el clero se reservó la orientación ideológica, el Bazar el soporte económico y la izquierda islámica y marxista, la lucha frontal para depurar el Ejército, la policía y la conquista de la calle.

En compensación, los experimentos para crear consejos obreros y campesinos durante la inicial fase revolucionaria, en las fábricas y en el campo, hallaron dentro del clero y, sobre todo, entre los bazaris, un silencio cauteloso.

Las distintas concepciones revolucionarias no podían coexistir. Malamente podría admitir el Bazar la socialización abierta que la izquierda postulaba, ni su propósito de extender los consejos obreros y campesinos por toda la geografía iraní. Tampoco la izquierda aceptaba la perpetuación del modo de producción y del esquema social de la etapa anterior, ya que el Bazar no postulaba ningún cambio sustancial dentro de los circuitos económicos tradicionales, a excepción de una mayor moralización de la actividad económica, con la aplicación del principio islámico de la prohibición de la usura.

Un conflicto sordo

En el centro de este conflicto sordo, los nacionalistas al modo de Mehdi Bazargán o los liberales al modo progresista de Abolhassan Banisadr, encontraron el espacio político suficiente para que el ajatollah Jomeini les llamara al poder como mediadores. La fórmula ideológica propuesta por el octogenario ajatollah, capaz de aunar las distinciones que anidaban bajo la extensa etiqueta revolucionaria no fue otra que la del antiimperialismo.

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El clero vio en la captura de los rehenes de la embajada norteamericana, en noviembre de 1979, una magnífica oportunidad para ejemplificar su antiimperialismo y Jomeini, que no había estimulado la irrupción de los estudiantes en la embajada, se puso luego al frente de ellos.

Destituido Bazargán de la jefatura del Gobierno, el 6 de noviembre de 1979, Jomeini apretó una tuerca más en el proceso político. El ayatollah vió en el laico Abolhassan Banisadr y su equipo la posibilidad de mantener siquiera una parte de la amplia alianza de fuerzas políticas dispares, cada vez más débil.

Banisadr ganó las elecciones con el apoyo de Jomeini y del clero , que retiró sus candidatos. Ello le permitió cosechar once millones de votos . Poco a poco el clero, que de un modo contundente copó las elecciones legislativas subsiguientes a la victoria presidencial de Banisadr, se adueñó también del poder judicial, con Bejesti a la cabeza de la Corte Suprema. El fin de Banisadr se produjo inexorablemente.

La guerra con Irak, un conflicto extraño procedente de un régimen progresista y laico como el de Bagdag, permitió a Banisadr un cierto respiro, pero su inconclusión no hizo más que acelerar la caída del presidente.

Hoy, de aquella amplia alianza que hizo posible la revolución, sólo quedan sombras que se oscurecen velozmente. La izquierda radical, perseguida a muerte, combina clandestinidad y agitación contra el clero, los nacionalistas no cuentan nada, los laico-liberales de Banisadr han huido, los comunistas permanecen paralizados bajo el manto del imán, y el Bazar y el clero se yerguen desafiantes uno frente al otro. "Hay bazaris que chupan la sangre del pueblo", decía recientemente en Teherán un líder islámico. Las dos fuerzas, la del comercio y la de las mezquitas, están frente a frente. Son las únicas que han sobrevivido. El próximo conflicto será su conflicto.

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