Cartas al director

Con enérgico tratamiento

Hace unos días, entrando en el metro de Goya, me tropecé con un grupo de muchachos escribiendo en la pared el grito de «Pena de muerte». Sin pensarlo, y debido a mis creencias, les dije que pedir eso era inhumano, recibiendo como respuesta la amenaza y el insulto grosero. Para evitar males mayores, que quizá acabaran en una comisaría o en La Paz, eludí enfrentarme y seguí mi camino -¿por quéPasa a página 12

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negarlo?- bastante cabreado. Este pequeño incidente no sería razón suficiente para escribir esta carta, ya que hechos como los relatados ocurr...

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Hace unos días, entrando en el metro de Goya, me tropecé con un grupo de muchachos escribiendo en la pared el grito de «Pena de muerte». Sin pensarlo, y debido a mis creencias, les dije que pedir eso era inhumano, recibiendo como respuesta la amenaza y el insulto grosero. Para evitar males mayores, que quizá acabaran en una comisaría o en La Paz, eludí enfrentarme y seguí mi camino -¿por quéPasa a página 12

Viene de página 11

negarlo?- bastante cabreado. Este pequeño incidente no sería razón suficiente para escribir esta carta, ya que hechos como los relatados ocurren con frecuencia, pero es que, estando ya en el andén, los mismos elementos de antes pintaron en las paredes la frase de «Tejero, libertad».

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Reflexionando sobre estas dos contradictorias pintadas, tan discrepantes en moral, ética y justicia, pienso que esos jóvenes son unos enfermos mentales y que lo menos que se puede hacer con ellos es internarles en un manicomio, aplicándoles un severo y enérgico tratamiento psiquiátrico para curarles de su estado demencial. / .

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