Nápoles se está convirtiendo en el polvorín político de Italia

Nápoles, la tercera ciudad italiana, se está convirtiendo en un polvorín. Lo había sido siempre por sus viejas y profundas heridas, pero el terremoto precipitó una situación que está al borde de la ingobernabilidad.En la noche del martes, los parados, que son millares y que habían tenido ya un duro encuentro con el ministro de Trabajo, ocuparon las oficinas del gremio sindical comunista CGIL, que es el segundo más numeroso del país. La ocupación provocó un conflicto con la policía. El resultado fue de veinte heridos y 108 personas detenidas. Las oficinas han quedado destrozadas e inutilizables...

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Nápoles, la tercera ciudad italiana, se está convirtiendo en un polvorín. Lo había sido siempre por sus viejas y profundas heridas, pero el terremoto precipitó una situación que está al borde de la ingobernabilidad.En la noche del martes, los parados, que son millares y que habían tenido ya un duro encuentro con el ministro de Trabajo, ocuparon las oficinas del gremio sindical comunista CGIL, que es el segundo más numeroso del país. La ocupación provocó un conflicto con la policía. El resultado fue de veinte heridos y 108 personas detenidas. Las oficinas han quedado destrozadas e inutilizables, y en las paredes los parados escribieron insultos contra los sindicalistas comunistas.

Desde hace unos meses, la ciudad de Nápoles es un campo de batalla. En las calles se producen enfrentamientos continuos, con muertos y heridos. La confusión de los diversos grupos de parados y desocupados y de los «sin techo» dan lugar a todo tipo de manipulación por los extremistas. Las fuerzas democráticas se preguntan cada día quién se sirve de la tragedia de Nápoles para pescar políticamente. Porque lo cierto es que desde que en esta capital del Sur se sienta en el Ayuntamiento un comunista, todos los problemas se han agudizado de golpe.

Si un grupo de parados de izquierdas organiza una manifestación, en seguida aparece por otra calle otro grupo abiertamente fascista.

Por su parte, la Democracia Cristiana, que durante años fue la dueña absoluta de Nápoles, gobernada siempre con el clientelismo, sin una verdadera programación, ahora está viendo cómo se pelea la gente con el deseo de poder decir: «Lo veis, que sin nosotros, en el fondo, las cosas van peor».

El alcalde comunista Valenzi ha dicho ya mil veces a las fuerzas políticas que el problema de Nápoles es tan grave y arrastra tantas taras antiguas que no se puede resolver sin la ayuda de todos. Y añade que Nápoles es sólo una prueba del país, que hay que analizarlo globalmente y es un verdadero laboratorio político. En Nápoles se puede iniciar un incendio difícil de dominar si se deja marchitar la situación actual. Hace tres meses, Valenzi anunció que si la situación empeoraba no excluía la hipótesis de tener que llamar en su ayuda al Ejército.

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