Tribuna:"SPLEEN" DE MADRID

La familia

En el panorama del rearme moral (digo moral porque no quiero entrar en tejerismos) de la derecha española, está el canto y la endecha a la familia que periódicos, editoriales y fragas difunden todos los días, en un clima de detergente resignado y felicidad vigilada.Defender la familia me parece tan ocioso como defender el lúpulo. Lúpulo ha habido, hay y habá siempre. El lúpulo se da en abundancia entre nosotros, de modo que raramente se plantea el problemas del lúpulo. Quienes invocan familia contra democracia, quienes montan el ingenuo y malvado antagonismo- familia / democracia, quienes pres...

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En el panorama del rearme moral (digo moral porque no quiero entrar en tejerismos) de la derecha española, está el canto y la endecha a la familia que periódicos, editoriales y fragas difunden todos los días, en un clima de detergente resignado y felicidad vigilada.Defender la familia me parece tan ocioso como defender el lúpulo. Lúpulo ha habido, hay y habá siempre. El lúpulo se da en abundancia entre nosotros, de modo que raramente se plantea el problemas del lúpulo. Quienes invocan familia contra democracia, quienes montan el ingenuo y malvado antagonismo- familia / democracia, quienes presentan a la democracia -estos días- como el disolvente / degradante de la familia, quienes presentan a la familia como soluble en el caos de «las funestas democracias», que decía Franco, quiénes apelan políticamente a la familia, en fin, es que no tienen ya a qué apelar, porque su arsenal ideológico está retro y su proyecto económico sugestivo de vida en común es sencillamente impresentable. Como si sólo tuviera familia el señor Fraga. Como si el socialdemócrata Pacordóñez, el liberal Antonio Garrigues, el socialista Felipe, el comunista Carrillo, no tuvieran unas sólidas familias que algunos, mayormente los rojos, han sacado adelante con ejemplaridad española, en la clandestinidad y la precariedad, hasta conseguir unos hijos con carreras.

Asisto en la Filmoteca de Barcelona, que dirige Román Gubern, al estreno de un porno italiano con Lucía Bosé, ya adulta y siempre fascinante, La misa dorada, que es una especie de Visconti para tercermundistas. La familia orgiástica y millonaria de esta película es una caricatura involuntaria de otras familias / comuna presentadas con más dignidad por cineastas y novelistas. Porque antes de que se inventasen las tediosas comunas hippys, ya deshilvanadas o convertidas en talleres de artesanía, tejares o cooperativas agrícolas, la comuna estaba inventada dentro de la familia. Qué es el mundo de los Guermantes, si vamos a eso, sino una comuna dorada e incestuosa.

La familia nació de la comuna primitiva y periódicamente vuelve a disolverse en ella mediante el incesto, la fusión y confusión de bienes familiares, las bodas de conveniencia y el tío de América. Como dijera Pemán en ocasión memorable, «a Jacqueline Kennedy, viuda, ya sólo puede besarla otro Kennedy». Luego la han besado más señores, pero Pemán no podía estar en todo. Cuando la familia es fina y extensa, a eso se le llama clan. El clan Kennedy, el clan Rockefeller La comuna se vacía cada cierto tiempo en la familia y la familia en la comuna. Incluso en las tediosas orgías del filme que he visto en Barcelona, y que Fraga debiera haber visto conmigo, se perfila siempre la pareja, transgresional o no: madre /hijo, chica / chica, chíca / chico. El germen de la célula fundamental reaparece siempre, siquiera sea en formas larvadas (el viejo rollo edípico, la homosexualidad). O sea, que los ideólogos reinonas de aquel Movimiento Nacional tan nombrado pueden estar tranquilos. La célula fundamental no muere. Les dije a los catalanes que a mí aquel porno me parecía una novela rosa, o sea, un canto a la familia. Desde Freud / Groddeck / Reich, un edipazo se da en las mejores familias.

Otra cosa es la familia como monada de Leibniz, pasada por las Leyes Fundamentales del Movimiento, la «militarización» de la familia dentro del rearme más emocional que ideológico de la derecha. Fraga y cierta gente suelen defender ideas obvias, no porque haya urgencia de defenderlas, sino porque ellos no tienen otras ideas. Cada vez que voy a casa de Tamames, de Camacho, de Tierno, salgo edificado. Qué grandes padres de grandes o pequeñas familias. Hay una derecha que, además de con la bandera, quiere quedarse con la familia. Dejarnos hospicianos»

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