Editorial:

Inmovilismo soviético

«NO CAMBIES de caballo en medio de la corriente», dice un viejo refrán del Far West. Los soviéticos lo han hecho suyo y han prolongado el poder de los catorce viejecitos del Buró Político, que, con los ocho suplentes también renovados en el 26º Congreso, alcanzan una edad media de setenta años. Es curioso advertir que precisamente hasta la revolución rusa, el poder en los países solía ser confiado a personas de una cierta edad; no solamente en los cargos de nombramiento directo, sino en los de elección popular (limitación mínima en la edad de los elegibles). Era una civilización senatorial. La...

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«NO CAMBIES de caballo en medio de la corriente», dice un viejo refrán del Far West. Los soviéticos lo han hecho suyo y han prolongado el poder de los catorce viejecitos del Buró Político, que, con los ocho suplentes también renovados en el 26º Congreso, alcanzan una edad media de setenta años. Es curioso advertir que precisamente hasta la revolución rusa, el poder en los países solía ser confiado a personas de una cierta edad; no solamente en los cargos de nombramiento directo, sino en los de elección popular (limitación mínima en la edad de los elegibles). Era una civilización senatorial. La revolución de octubre proclamó una entrada en tromba de losjóvenes, y los países no revolucionarios o contrarrevolucionarios descubrieron ese filón (aunque también puedan aducirse algunas causas demográficas). En esa era estamos, aunque vayan surgiendo algunos grandes ancianos y otros se propongan envejecer en el poder conquistado.El problema que plantea la Unión Soviética con su persistencia senatorial no es el de unas clases de edad, sino el de un afincamiento en el inmovilismo. El inmovilismo podría no ser malo si representase algo imposible de perfeccionar. No es el caso soviético. Para que este Buró Político siga gobernando es preciso que toda la sociedad soviética se congele a su vez; es algo que se intenta. Cuando Stalin partió por un camino de sangre y fuego, estaba creando el inmovilismo con la misma fe con que la Inquisición quemaba a los herejes: porque lo establecido era una verdad absoluta y no cabían contra ella revisionismos o reformas. El daño que han hecho estas represiones no se puede circunscribir al materialmente inmediato sobre vidas y haciendas, sino al que persiste a lo largo de los siglos, en forma de terrores cotidianos y de miedos al cambio. La sociedad soviética desea ardientemente un cambio -no menos que la polaca, aunque partiendo quizá de otras premisas-; a su vez, es un enorme núcleo aislado entre otras sociedades cambiantes. Una sociedad no progresa por el hecho de que progrese su armamento o sus viajes espaciales -que en la URSS alcanzan un nivel de primer orden-, sino por un avance colectivo hacia formas de libertad y de fecundidad mental. Probablemente lo que la Unión Soviética ha progresado en igualdad de oportunidades para la enseñanza, en gratuidad de ésta, en escolarización, no tiene igual en el mundo; pero si lo que se enseña dentro es una materia congelada y antigua, pierde todo su sentido.

El 26º Congreso del PCUS no ha representado ningún progreso en ese sentido, y la interesante apertura en materia política internacional que ha hecho Breznev desde su tribuna, como sus consideraciones sobre política económica interior, podían haber sido hechas igualmente desde una tribuna cualquiera, desde una tribuna sorda: sin discusiones, sin aportaciones, sin fecundidad. No se esperaba otra cosa, y la desesperanza, una vez más, se ha cumplido.

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