Cartas al director

Muerte y asesinato

Cuando nos llegó la noticia de la muerte de José María Ryan creo que la parálisis que nos produjo no fue menos que la angustia de la impotencia, el dolor y la tristeza infinita de pensar en aquel hombre inocente, que había cerrado con sangre otra incomprensible página de la historia que padecemos.Una semana después volvemos a alucinamos al no saber si esta barbarie que nos atosiga es de aquí o de un país tercermundista. Ha muerto, después de un interrogatorio de la policía, José Ignacio Arregui, miembro de ETA.

Si el terror y la actitud, criminal de una organización terrorista como ETA,...

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Cuando nos llegó la noticia de la muerte de José María Ryan creo que la parálisis que nos produjo no fue menos que la angustia de la impotencia, el dolor y la tristeza infinita de pensar en aquel hombre inocente, que había cerrado con sangre otra incomprensible página de la historia que padecemos.Una semana después volvemos a alucinamos al no saber si esta barbarie que nos atosiga es de aquí o de un país tercermundista. Ha muerto, después de un interrogatorio de la policía, José Ignacio Arregui, miembro de ETA.

Si el terror y la actitud, criminal de una organización terrorista como ETA, nos conmueve hasta los cimientos por su crueldad, cobardía y desprecio absoluto por el más trascendental derecho humano, el de vivir, no podemos, si nos sentimos medianamente humanistas, desligar de un mismo sentimiento de repulsa la acción de unos hombres que, despreciando la tan invocada Constitución, convierten un Estado de derecho, que tanto nos está costando construir, en una vuelta al pasado tan descarada que nos haga oír los cerrojazos y gritos de la DGS, la representación esperpéntíca del TOP y, en definitiva,el rechinar histérico de un aparato represor que casi teníamos olvidado.

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Hagamos justicia con dureza, pero con la ley en la mano. Descansen en paz José María Ryan y José Ignacio Arregui./

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