El presidente de EE UU confía en que el Congreso apruebe su programa económico

Bajo el lema de Un nuevo punto de partida para Estados Unidos, gracias a la recuperación económica, el presidente Ronald Reagan presentó ante el Congreso estadounidense un plan de reducción del gasto público, acompañado de una disminución de impuestos, la promesa de crear millones de nuevos puestos de trabajo, controlar la inflación y mantener un elevado índice de crecimiento.

Una espectacular ovación, de casi tres minutos, del Senado, Cámara de Representantes y cuerpo diplomático recibió al presidente Reagan en el Capitolio a las nueve de la noche del martes (tres de la madrugada del m...

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Bajo el lema de Un nuevo punto de partida para Estados Unidos, gracias a la recuperación económica, el presidente Ronald Reagan presentó ante el Congreso estadounidense un plan de reducción del gasto público, acompañado de una disminución de impuestos, la promesa de crear millones de nuevos puestos de trabajo, controlar la inflación y mantener un elevado índice de crecimiento.

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Una espectacular ovación, de casi tres minutos, del Senado, Cámara de Representantes y cuerpo diplomático recibió al presidente Reagan en el Capitolio a las nueve de la noche del martes (tres de la madrugada del miércoles, hora de Madrid).Sin levantar el entusiasmo entre los demócratas -que critican los recortes sociales que propone Reagan-, los republicanos del Congreso interrumpieron dieciséis veces con aplausos el discurso-programa del presidente de Estados Unidos. Comparado a la más importante iniciativa política desde el New Deal, que marcó la recuperación de la economía norteamericana después de la gran depresión de 1929, las directrices económicas del equipo republicano del presidente Reagan fueron recibidas con optimismo en los medios financieros de Wall Street y entre los sectores industriales del país.

Sindicatos y miembros del partido demócrata -perdedores de la elección presidencial del 4 de noviembre de 1980- no ocultan sus críticas al plan. Mientras, la opinión pública confía en las promesas de que un presupuesto equilibrado para 1984, después de veinte años de déficit público, permita un control de la inflación -alrededor del 6%- y la creación de trece millones de nuevos puestos de trabajo. Todo para dentro de tres años.

Situación límite

«El pueblo espera», declaró Reagan ante el Congreso, que debe ahora aprobar o modificar las normas expuestas por el presidente. Propuestas drásticas en 83 sectores distintos, que sólo salvan al capítulo destinado a la defensa nacional, único que escapa al hacha de los recortes presupuestarios.Estados Unidos no puede continuar con una deuda nacional de casi un trillón de dólares, más de ocho millones de parados, una inflación del 11 % como previsión para el año en curso y un precio del crédito superior al 15 % para poder adquirir una vivienda.

Para cambiar la tendencia es necesario cortar de manera radical el aumento del gasto público. Para el año fiscal 1982, que entra en vigor el próximo 1 de octubre, Reagan propone al Congreso reducir el presupuesto a 695.500 millones de dólares, lo que representa un recorte de 41.400 millones de dólares al inicialmente programado por el presidente Carter. En el sector público, los incrementos de salarios serán mínimos en los próximos tres años, incluido para los miembros del Senado y Cámara de Representantes, al tiempo que se reducirán los efectivos en empleos públicos, con la eliminación de 43.000 puestos de trabajo en el año en curso, más otros 19.000 en 1982.

«En total, destinaremos 216.000 millones de ayuda social para decenas de millones de norteamericanos», dijo el presidente Reagan, defendiéndose de las críticas del Partido Democrata, sindicatos, Prensa y clases más pobres del país, que analizan el plan de Reagan como un estrangulamiento a la ayuda social.

«No subvencionaremos proyectos de particulares o empresas que no demuestren una necesidad real», continuó el presidente Reagan. Incluyó en su proyecto la reducción de un tercio para los subsidios federales al Export-Import Bank, cuyas actividades benefician a grandes empresas norteamericanas en primer lugar.

En el Senado, con mayoría republicana, es casi seguro que el programa presidencial recibirá la aprobación. Aunque el líder de la mayoría, el republicano Howard Baker, evitó toda declaración triunfalista al respecto.

En la Cámara de Representantes, por el contrario, los demócratas, mayoritarios bajo la presidencia de su líder Thomas O'Neill, no dejarán escapar la primera oportunidad de una oposición formal a las propuestas del presidente Ronald Reagan.

Es probable que haya ligeras modificaciones al radical proyecto de reducción social del presupuesto por parte de los demócratas, interesados ya en marcar las diferencias con los republicanos, cara a unas elecciones para renovar un tercio del Senado, en otoño de 1982, a la espera de las nuevas presidenciales en noviembre de 1984.

Pero, ante el sombrío momento que atraviesa la economía norteamericana, después de cuatro años de gestión demócrata con el control en la presidencia y ex mayoría en ambas cámaras del Congreso, el presidente Reagan cuenta hoy con la ventaja inicial de proponer un futuro mejor. El pasado ya lo conocen los norteamericanos.

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