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Hacia un nuevo sistema de selección de médicos

Es extraordinario el volumen de graduados en Medicina que optan en la prueba nacional de selección para plazas de médicos residentes en centros hospitalarios. Se trata, sin duda, de un indicio claro de la existencia de un abultado excedente de profesionales que afrontan dificultades graves para acceder al ejercicio habitual de la medicina. Sería muy aventurado, sin embargo, avanzar conclusiones definitivas sobre la plétora médica. Habría de disponerse previamente de un cuadro completo de necesidades a corto, medio y largo plazo en el ámbito de un plan sanitario que definiera las necesidades ob...

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Es extraordinario el volumen de graduados en Medicina que optan en la prueba nacional de selección para plazas de médicos residentes en centros hospitalarios. Se trata, sin duda, de un indicio claro de la existencia de un abultado excedente de profesionales que afrontan dificultades graves para acceder al ejercicio habitual de la medicina. Sería muy aventurado, sin embargo, avanzar conclusiones definitivas sobre la plétora médica. Habría de disponerse previamente de un cuadro completo de necesidades a corto, medio y largo plazo en el ámbito de un plan sanitario que definiera las necesidades objetivas de todo orden y estableciera un calendario de aplicación. De esta forma, podrían preverse con cierta aproximación las opciones derivadas del perfeccionamiento de los esquemas sanitarios y dé la evolución demográfica de la población y de los propios cuadros médicos.El cuadro de previsiones no justificará, sin embargo, el establecimiento del sistema de numerus clausus en las facultades de Medicina. El período de tiempo que media entre el ingreso en una facultad de Medicina y la disponibilidad efectiva para la plenitud de ejercicio (formación académica, más formación posgraduada) es demasiado amplio para prejuzgar necesidades objetivas, sujetas a demasiadas variantes en ese arco temporal. Ha de admitirse, de otra parte, que la universidad no expide títulos profesionales, sino títulos de capacidad académica. Una de las necesidades actuales, aconsejadas por la experiencia, consiste en abandonar el sistema napoleónico, inadecuado en la sociedad moderna. Las facultades universitarias, y en nuestro caso las de Medicina, deben condicionar el número de alumnos admitidos a dos factores específicos: unos criterios estrictos de formación del aspirante y de capacidad del centro para una enseñanza eficiente. El mayor problema universitario relacionado con la medicina no reside tanto en el número de graduados que obtienen cada año el título académico como en la calidad de su formación y en el porcentaje elevadísimo de los que no concluyen la carrera, lo cual supone un dispendio intolerable para la sociedad, aparte de enojosos fenómenos subsiguientes de inadaptabilidad social. El reforzamiento y diversificación de las especialidades técnicas de grado medio se nos presenta como una cuestión urgente a resolver. La capacidad profesional para el ejercicio de la medicina se obtiene en la docencia para posgraduados. Hasta ahora es reducido este mecanismo, formativo a las especialidades médicas o quirúrgicas, impartidas en centros hospitalarios a los que se reconoce capacidad docente para expedir los correspondientes títulos. En todo el mundo se propende, sin embargo, a incluir en este mismo sistema de docencia hospitalaria la Formación de lo que, cada día con mayor asiduidad, se denomina el médico de familia. No existe razón objetiva alguna para suponer que el médico especialista precise una formación profesional de cuatro o cinco años en un centro hospitalario idóneo y el médico de familia pueda ser proyectado de inmediato, recién salido de la universidad, al ejercicio de la profesión. En aquellas naciones donde más se ha avanzado en esta dirección los planes de estudio resultantes son incluso más extensos para el médico de familia. A la hora de programar las necesidades de ocupación futura de los médicos, ha de tomarse también en consideración esta parcela de la formación de posgraduados, todavía sin institucionalizar, aunque de asunción urgente.

Previsiones razonables

Un plan realista de formación de posgraduados debe adecuarse en forma rigurosa a previsiones razonables de ocupación futura. No deben admitirse a este nivel de docencia más médicos residentes en los centros hospitalarios de los que previsiblemente sean necesarios cinco años después en cada especialidad, incluida como tal la de médico de familia. De ahí que finalmente se impusiera el criterio de una convocatoria nacion al para cubrir las plazas de médicos residentes convocadas por cada centro hospitalario autorizado a impartir este tipo de docencia, reconociendo por orden de méritos la elección de hospital. El sistema de selección establecido es, con pocas variantes, el que había adoptado para si misma la Fundación Jiménez Díaz, como resultado de un estudio minucioso de los sistemas imperantes en las naciones de medicina más avanzada y su adaptación al caso específico de España.

La experiencia en estos últimos años ha demostrado que, sin perjuicio de mantener la convocatoria nacional en sus actuales términos, será necesario en el futuro poner en marcha el sistema de doble selección, propuesto por el Consejo Nacional de Especialidades Médicas.

La libertad de opción por una u otra especialidad y uno u otro centro de los graduados que superen la prueba nacional para médicos residente sólo estará garantizada en la medida que éstos dispongan de una gran transparencia informativa sobre los puestos de trabajo a los que previsiblemente podrán optar al término de sus estudios en la red asistencial hospitalaria, así como una conciencia precisa de que un cierto número de ellos habrán de desarrollar sus actividades profesionales en el marco extrahospitalario.

Desde el momento en que la enseñanza hospitalaria para posgraduados imparte de hecho títulos profesionales que cualifican para el ejercicio pleno de la medicina resulta evidente que, además de garantizarse un nivel formativo adecuado, no deben salir en cada promoción más especialistas de los que la sociedad precisa. Y es asimismo conveniente que, sin perjuicio del respeto debido a la libertad de los centros hospitalarios para seleccionar su propio personal y el favorecimiento de la creación de escuelas médicas, habrán de establecerse mecanismos idóneos para eludir que los aspirantes a las plazas vacantes sean víctimas de cualquier tipo de favoritismos, en detrimento de sus méritos.

Todo lo expuesto reclama con apremio no sólo la puesta en marcha de un sistema para la formación de especialistas diferentes al seguido hasta ahora. Requiere al propio tiempo que, como resultado de un programa exigente que comprenda todos los aspectos aludidos, se proceda de inmediato a la promulgación de la Correspondiente normativa, en cuya redacción deben participar las partes que intervienen en la docencia médica de posgraduados.

Jesús López Varela es médico, jefe de Estudios de la Clínica de la Concepción.

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