Cartas al director

La honesta obra de Ibarrola

Tras la publicación en EL PAIS de una supuesta prohibición en Zaragoza de la exposición del pintor Agustín Ibarrola, creo conveniente exponer lo que se ajusta más a la realidad de lo sucedido.Debo decir que la exposición antológica del pintor vasco no sólo no fue prohibida en Zaragoza, sino que fue precísarriente el pleno del Ayuntamiento quien acordó su celebración en una sala municipal de arte. Más correcto sería afirmar que el mismo día de su inauguración ordenara como alcalde su clausura provisional al no haber sido posible obtener como fruto -de un diálogo el aplazamiento de su apertura t...

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Tras la publicación en EL PAIS de una supuesta prohibición en Zaragoza de la exposición del pintor Agustín Ibarrola, creo conveniente exponer lo que se ajusta más a la realidad de lo sucedido.Debo decir que la exposición antológica del pintor vasco no sólo no fue prohibida en Zaragoza, sino que fue precísarriente el pleno del Ayuntamiento quien acordó su celebración en una sala municipal de arte. Más correcto sería afirmar que el mismo día de su inauguración ordenara como alcalde su clausura provisional al no haber sido posible obtener como fruto -de un diálogo el aplazamiento de su apertura tan sólo unos días. Y paso a exponer las razones que me movieron a tomar una decisión síeinpre difícil para quienes luchamos hoy y hemos luchado en tiempos más duros a favor de la libertad de expresión.

El mismo día en que la exposicíón antológica de Ibarrola tenía fijada su inauguración caía asesinado en Zaragoza, víctima del terrorismo, el coronel del Ejército del Aire don Luis Constante Acín. Era la primera vez que nuestra ciudad se veía directamente sacudida por un fenómeno que inmediatamente produjo la repulsa de los zaragozanos y un acuerdo condenatorio unánime del Ayuntamiento. En un ambiente de tensión e indignación generales parecía prudente aplazar unos días la apertura de una exposición que no siendo de ninguna forma la obra de un hombre partidario de la violencia, sino todo lo contrario, podría ser malinterpretada en algunos medios y sectores por su abierta descripción de importantes raíces del problema vasco. Como alcalce de Zaragoza entendí que una obra valiosa y válida, cuya exhibición había buscado y contratado el. Ayuntamiento, podría motivar, en días de especial excitación, algún incidente, contra el que la sala de arte no reunía condiciones de seguridad suficientes, a los pocos días de que otra exposición municipal había sufrido una agresión en forma de robo. Creí mi obligación negociar con el artista, a través del delegado municipal de Extensión Cultural, pertenecíente al grupo comunista, pero no obtuve resultados, lo que forzó finalmente mi decisión, en evitación de males posibles. Una conversación mantenida recientemente con Agustín Ibarrola me ha confirmado que aquel aplazamiento hubiera sido positivo, y, en todo caso, debo señalar que la orden de cierre tuvo un carácter exclusivamente provisional.

Estos son los justos términos en que cabe enjuiciar mi decisión, si no se desea distorsionar su sentido o capitalizar interpretaciones erróneas. Siento que algunos medios hayan divulgado interpretaciones tan peregrinas como la que me atribuye una agencia de Prensa, al señalar que tomé esta decisión «por considerar que cinco de las obras constituían un claro atentado contra la dignidad del benemérito cuerpo de la Guardia Civil», lo que significaría atribuir a la honesta obra de Agustín Ibarrola un significado que de ninguna manera tiene./

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Alcalde de Zaragoza.

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