Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Joan Miró

He almorzado con Joan Miró en Escuadrón, entre sus jornadas madrileñas. Miró, más que un gran creador mediterráneo de 87 años, parece un jardinero normando de sesenta. Madrid se está habitando de mirós, de picassos, de albertos. La democracia erige su propia iconografía, que es la del siglo, frente a la iconografía ecuestre del XIX, prolongado por Franco hasta muy adentro del XX.-Mire usted, Umbral, a mí me apasionan las texturas; los soportes de la obra. Por ejemplo, esta tostada, para dibujar algo con el cuchillo y la mantequilla.

Improvisa un miró sobre el fondo tostado del tr...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

He almorzado con Joan Miró en Escuadrón, entre sus jornadas madrileñas. Miró, más que un gran creador mediterráneo de 87 años, parece un jardinero normando de sesenta. Madrid se está habitando de mirós, de picassos, de albertos. La democracia erige su propia iconografía, que es la del siglo, frente a la iconografía ecuestre del XIX, prolongado por Franco hasta muy adentro del XX.-Mire usted, Umbral, a mí me apasionan las texturas; los soportes de la obra. Por ejemplo, esta tostada, para dibujar algo con el cuchillo y la mantequilla.

Improvisa un miró sobre el fondo tostado del triángulo de pan, con materia de mantequilla y cincel de cuchillo de restaurante. Luego nos comemos el miró a medias.

-Habría que estudiar la obra de Miró desde el punto de vista de los soportes -me dice Elvira Mignoni.

Elvira ha llevado la gran obra de Miró a Japón, y aquí, entre los manteles, está el catálogo.

-En Japón he expuesto ya varias veces. Japón, Alemania Occidental y Estados Unidos son hoy los tres grandes mercados del arte moderno.

-¿Porque tienen mucho dinero?

-Porque les interesa el siglo XX.

-Madrid.

-Me ha interesado mucho lo que ha dicho Tierno Galván delante de mí, su dialéctica del trabajo y el talento. Es un hombre profundo.

-El mural.

-Me gusta cómo ha quedado el mural.

-Su primer cuadro.

-Tenía yo unos quince años. Era un paisaje urbano de Barcelona. Iba y venía todos los días con el cuadro hasta la casita que estaba pintando. Varios kilómetros a recorrer. Recuerdo cómo se llamaba el propietario de aquella casa y todo el vecindario. No hace mucho he visto ese cuadro en Theo.

-¿Por qué le pone usted siempre títulos poéticos a sus obras?

-Siempre me ha interesado mucho la poesía. El título se me ocurre mientras trabajo. Nunca antes ni después. Yo he escrito algunos poemas. La poesía y la pintura están muy cerca.

-Buenos gemelos, maestro.

Lleva en los puños de la camisa unos gemelos en espiral:

-Son de Calder, un regalo de Calder -dice mientras investiga en la ensalada. Y uno se queda medio infartado.

-Maestro, cómo era Matisse.

-Yo ahora me quedo en Madrid por esperar la muestra de Matisse que anuncian.

-Pero usted lo conocerá todo.

-Sí, pero quiero esperarlo como si le esperase a él.

Cortesía de genios.

-Yo decía que cómo era Matisse.

-Muy señor, muy serio, muy elegante, con una casa un poco orientalista. Siempre bien vestido.

Se pone la servilleta al cuello, como un astracán, y ya estoy viendo a Matisse. Los plásticos son siempre plásticos.

-Picasso.

-Todo lo contrario. Alegre.

(En la colección particular de Picasso han salido muy buenos mirós.)

-Le he visto a usted retratado delante de un bacon. ¿Qué pasa con Bacon?

-Era mejor antes. Yo creo que va bajando, bajando.

-Aquí su señora. ¿Cómo es?

-Buena chica, Pilar.

-La obra en marcha.

-Trabajo, tengo mucho trabajo y muchos proyectos.

Lo dijeron los griegos: la senectud no es más que una tercera adolescencia.

Archivado En