Tribuna:SPLEEN DE MADRID

¿De quién es el gótico?

El otro día me preguntaba yo aquí de quién es la calle. Hoy y siempre habría que preguntarse, por ejemplo, de quién es el gótico español. El gótico, el románico, el plateresco, el churrigueresco, el neoclásico carolino, todo. Porque resulta que todo no es de nadie. Por parte del Estado, la cosa artística está en las manos blandas e inestables de don Cierva, que acaba de profanar el aire románico, el espacio sagrado y machadiano de Soria con un férreo puente de papel de barba, al negarle monumentalidad a un pedazo de España monumental.Por parte de los particulares, de los espontáneos, de...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El otro día me preguntaba yo aquí de quién es la calle. Hoy y siempre habría que preguntarse, por ejemplo, de quién es el gótico español. El gótico, el románico, el plateresco, el churrigueresco, el neoclásico carolino, todo. Porque resulta que todo no es de nadie. Por parte del Estado, la cosa artística está en las manos blandas e inestables de don Cierva, que acaba de profanar el aire románico, el espacio sagrado y machadiano de Soria con un férreo puente de papel de barba, al negarle monumentalidad a un pedazo de España monumental.Por parte de los particulares, de los espontáneos, de los pudientes, de las fundaciones, el cirio es de cocamacola y no hay dios que se aclare. Adelpha, la asociación teóricamente más en punta en la defensa de la cosa artística, ha estado hasta ayer mismo en poder de un secuestrador nato de papeles como es José Luis (de) Souto, que hace un mes exactamente denunciaba al ayuntamiento por autorizar el rodaje de una película pornográfica en el parque del Capricho, alameda de Osuna: «La fragilidad del jardín El Capricho, junto con su carácter histórico- artístico, fuerzan a limitar al máximo las actuaciones de esta naturaleza». José Luis (de) Souto debe tener una idea vaga y violenta de lo que es un episodio pornográfico en un jardín (y en ficción). Supongo por su bien que hay pocos episodios pornográficos en su biografía, de modo que imagina la dulce intimidad de una pareja como una especie de devastador rapto de las Sabinas, cruzado tormentosamente de siesta del fauno después de la siesta, en pos de la ninfa. Una señorita, querido Souto, por muy clitoridiana que sea (según se están reivindicando las señoritas ahora en Copenhague), nunca ha echado abajo un conjunto histórico-artístico con sus estertores de amor, ni siquiera Melibea (voz de miel), cuyo palacio y huerto seguían intactos, como la tragicomedia misma, después de sus pasadas sobre Calixto.

Añadía Souto en su informe que peligran el salón de baile y la fachada del palacio. ¿Pero es que Souto sigue creyendo, en su santa ignorancia de los tiempos del Opus, que un débito, conyugal o no, es un bombardeo? Pues en poder de este señor hemos estado los españoles gótico/ románico/ plateresco /churriguerescos durante los últimos años. Sí bien es cierto que su posesión y nuestra entrega no han tenido nada de pornográficos. Mas he aquí que hoy Souto nos libera de tal posesión: «Pero estoy enfermo desde 1977 y demasiado cansado. Me retiro, pues, de la asociación y os encarezco que solucionéis el problema creado manteniendo a Adelpha en la línea de independencia y servicio a la verdad con que intenté caracterizarla y consolidarla». Esta despedida tiene algo cesáreo y cacofónico («demasiado cansado», dos participios juntos), pero es sencillamente degaulliana, ya que Souto espera volver por aclamación, después de la cicuta y el referéndum, pero sin acordarse para nada de devolver el gallo que debe, porque tampoco es Sócrates.

En poder de tales Caligulillas -Cierva y Souto no son más que dos signos- está hoy casi todo el Patrimonio Artístico Nacional, salvo relojes, medallas y monedas donadas a la industria relojera suiza por la familia del Caído. En las Reparadoras entran los desocupados a tomar agua bendita de la pila barroca y se llevan la pila. Cuando uno era un macarra presentable y no una carroza impresentable, antes de que las suecas descubriesen que no hay macarra como el propio (ahora lo traen incorporado desde Estocolmo), yo tenía un truco que era una pasada. Me llevaba una a Burgos a ver la catedral, en un bar de al lado pedía dos tintos y le decía al jefe: «Macho, enchufa el invento». Desde la trastienda encendían en la noche la formidable catedral de Burgos, gótico barroquizado y grandioso. Era un homenaje, claro, y aquella sueca no escapaba viva. ¿De quién es el gótico? De fasciculares, neuróticos y taberneros. Spain, Spain.

Archivado En