Tribuna:TRIBUNA LIBRE

La honestidad política de Geminiano Carrascal

Hace tan sólo unos días ha muerto Geminiano Carrascal, y con él se han ido vivencias entrañables, actitudes ejemplares, trozos de la pequeña historia política de nuestra reciente democracia.Si la vocación política democristiana tuviera que buscar en España un ejemplo referencial, nadie mejor que don Geminiano, que supo unir la fidelidad ideológica ala caballerosidad, a la hombría de bien, el respeto mutuo, ala práctica democrática con afines y discrepantes.

Le conocí por primera vez en los años cuarenta y jamás pude encontrar en sus actitudes motivaciones egoístas ni gestos resentidos. ...

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Hace tan sólo unos días ha muerto Geminiano Carrascal, y con él se han ido vivencias entrañables, actitudes ejemplares, trozos de la pequeña historia política de nuestra reciente democracia.Si la vocación política democristiana tuviera que buscar en España un ejemplo referencial, nadie mejor que don Geminiano, que supo unir la fidelidad ideológica ala caballerosidad, a la hombría de bien, el respeto mutuo, ala práctica democrática con afines y discrepantes.

Le conocí por primera vez en los años cuarenta y jamás pude encontrar en sus actitudes motivaciones egoístas ni gestos resentidos. Dotado de una especial sensibilidad para los problemas políticos, supo siempre ofrecer el consejo adecuado y renunciar al protagonismo personal.

Leal entrelos leales, pudo resistir la hora incierta sin amedrentarse, y supo rechazar las ofertas tentadoras de un poder corruptor.

A su iniciativa, a su tesón, se debe el camino emprendido por la democracia cristiana española, que muchos se empenan en desdibujar confundiéndola y mezclándola con el nacionalcatolicismo de una Iglesia feudalísta y automática. Quienes se presentaban como discípulos de Balmes y rechazaban el humanismo integral de Maristain, fueron posiblemente los católicos más notorios al uso y estilo de la época que consagró la Asociación Católica Nacional de Propagandistas como el centro de reclutamiento del franquismo civilizado, pero jamás deben ser comparados ni alineados con democristianos como Carrascal, que supo siempre discernir sin equívocos llamando a las cosas por su nombre.

Hoy parecen haberse superado los incómodos fantasmas de un pasado que nadie pretende resucitar; pero, cuando recordamos ejemplos como el de Geminiano Carrascal, por respeto a su memoria debemos clarificar esa nebulosa que ahora nos envuelve y decir sin ira, pero con firmeza que quienes practicaron el esquirolismo democristiano no pueden presentarse hoy con una identidad que rechazaron prefiriendo formar parte del sanedrín triunfal del colaboracionismo franquista.

Carrascal fue también defensor decidido de la monarquía parlamentaria cuando estaba proscrita en nuestro país la institución y la dinastía. Esta actitud suya, serena y reflexiva, quizá le proporcionó las mayores amarguras y le colocó ante las decisiones más dificiles de su vida, al tener que separarse de correligionarios y amigos que optaron por el accidentalismo en la década de los sesenta como consecuencia de errores y confusiones de la causa monárquica.

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Carrascal, que respetó siempre la palabra dada, formó parte del consejo privado de don Juan de Borbón, acatando la decisión del conde de Barcelona de traspasar la legitimidad dinástica a su hijo don Juan Carlos de Borbón.

En esta España del año ochenta, que rebosa de ilusiones y entusiasmo por el Rey de todos los españoles, qué raro resulta el recuerdo de un pasado en el que desde las montañas nevadas y horizontes azules se entonaban canciones al compás de charangas oficiales, rechazando e injuriando a los Borbones,o se montaban operaciones sustitutorias dentro de la dinastía.

Pues bien, Geminiano Carrascal nunca puso en duda sus adhesiones ni hizo almoneda de sus fidelidades. Tampoco se dejó deslumbrar por los relámpagos rupturistas ni escuchó cantos de sirena.

Quizá ya en la etapa de la transición, en el año 1977, tuvo una secreta esperanza, un deseo que no pudo ser realizado: aspiraba a formar parte de las Cortes Constituyentes y esperó ilusionado la designación de senador real. No vio colmada esta ilusión y aceptó los hechos serenamente, sin un mal modo ni un gesto hosco.

Convencido de la virtualidad del humanismo cristiano quemó sus últimas energías en la creación de la Fundación Humanismo y Democracia, desde la que hizo posible la permanencia de la opción democristiana,que aún subsiste dentro de UCD.

Como siempre, con su entereza y dignidad, con su lealtad probada, se entregó sin reservas en esta nueva etapa de esperanza renovada.

Y así se nos ha ido dejándonos el ejemplo de una conducta intachable, de una vocación política tenaz, de una fidelidad ideológica inquebrantable, de una identidad democristiana inequívoca, de cómo se practica a lo largo de una vida la ética política por un caballero español.

Fernando Alvarez de Miranda Torres es diputado de UCD por Palencia y presidente de la Fundación Humanismo y Democracia.

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