Prohibidas las carreras de caballos en Teherán

El último refugio de los jugadores iraníes, el hipódromo de Arahabad, al este de la ciudad de Teherán, sólo ha permanecido abierto tres semanas. Un grupo de extremistas religiosos, convencido de que se trataba de un lugar de corrupción, lo ha ocupado, y el ayatollah Jaljali ha decidido alojar en el mismo a los drogadictos.Ultima anomalía de una revolución puritana que ha prohibido el tapete verde, las cartas, los dados, la lotería nacional, las carreras se habían convertido en el lugar de cita de los apasionados del juego. En los dos días de apertura semanal, el jueves y el viernes, las...

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El último refugio de los jugadores iraníes, el hipódromo de Arahabad, al este de la ciudad de Teherán, sólo ha permanecido abierto tres semanas. Un grupo de extremistas religiosos, convencido de que se trataba de un lugar de corrupción, lo ha ocupado, y el ayatollah Jaljali ha decidido alojar en el mismo a los drogadictos.Ultima anomalía de una revolución puritana que ha prohibido el tapete verde, las cartas, los dados, la lotería nacional, las carreras se habían convertido en el lugar de cita de los apasionados del juego. En los dos días de apertura semanal, el jueves y el viernes, las apuestas han alcanzado diariamente hasta cincuenta millones de riales (siete millones de pesetas).

El pasado domingo, un centenar de miembros de la Asociación Islámica invadieron el hipódromo afirmando que se trataba de «un centro de espionaje y de prostitución».

«El 80% de los ingresos son recaudados por gente de Hong Kong, y los extranjeros pueden, gracias al telex del hipódromo, comunicar numerosas informaciones a sus respectivos países», declararon los integristas religiosos.

Es más: según ellos, «gran parte de la clientela está formada por tar hutis (nuevos ricos), que entran en estos lugares cogidos por el brazo, como si la revolución no se hubiese llegado a producir».

Tras dos días de compás de espera, «el incorruptible jefe de la lucha antidroga en Irán», el ayatollah Sadegh Jaljali, acabó por reaccionar. El martes sus servicios organizaron una amplia redada en todo Teherán, conduciendo a 3.000 drogadictos al hipódromo de Farahabad. «Tenemos la intención de repartirlos en varios grupos para que sigan curas de desintoxicación», precisó el ayatollah Jaljali.

A pesar de la toma del hipódromo por los extremistas religiosos, los empleados no desesperan. En una petición publicada por el diario Ettelaat afirman que «la ocupación del hipódromo es una violación de la libertad de expresión».

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Jomeini favorece la equitación

«¿En base a qué derechos, y sin mostrar ningún documento, pueden calificar este lugar de prostíbulo? ¿Qué tiene de malo una carrera hípica, ya que el Islam la autoriza y Jomeini anima a la población a que aprenda la equitación? ¿Quién prohíbe las apuestas?», se preguntan los empleados de Farahabad.El personal pide con firmeza al Gobierno islámico que ordene cuanto antes la evacuación del hipódromo para que pueda reanudar sus actividades normales, gracias a las cuales viven trescientos funcionarios y cerca de 2.000 familias.

Los círculos hípicos iraníes demostraban cierta confianza en el porvenir con motivo de la reapertura del hipódromo a principios de mes, observando que el Islam autorizaba, por lo menos, tres cosas: el tiro con arco, la esgrima y las apuestas de caballos. Visto lo sucedido, su optimismo parece exagerado. Todo parece indicar que el hipódromo de Farahabad es y seguirá siendo un centro de tratamiento para los drogadictos iraníes.

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