Final feliz del secuestro del Boeing portugués desviado a Madrid

El secuestro del Boeing de la TAP (Transportes Aéreos Portugueses) es un «caso psicológico, un problema humano, que no puede ser resuelto aplicando ciegamente la justicia. Como padre de familia, que soy también, considero que lo más importante es comprender los motivos que llevaron al joven Rui a cometer este acto». Estas declaraciones del presidente del Consejo de Administración de la compañía aérea portuguesa pueden resumir el desenlace de la rocambolesca aventura del joven estudiante de bachillerato de dieciséis años que tuvo en vilo, durante toda la noche, al Gobierno de Lisboa, a las auto...

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El secuestro del Boeing de la TAP (Transportes Aéreos Portugueses) es un «caso psicológico, un problema humano, que no puede ser resuelto aplicando ciegamente la justicia. Como padre de familia, que soy también, considero que lo más importante es comprender los motivos que llevaron al joven Rui a cometer este acto». Estas declaraciones del presidente del Consejo de Administración de la compañía aérea portuguesa pueden resumir el desenlace de la rocambolesca aventura del joven estudiante de bachillerato de dieciséis años que tuvo en vilo, durante toda la noche, al Gobierno de Lisboa, a las autoridades españolas y a las familias de los pasajeros y tripulantes.

El comandante de a bordo, los miembros de la tripulación y alguno de los «rehenes» ya se han ofrecido voluntariamente a testimoniar en defensa del joven asaltante, que estaba «muy nervioso», pero «no tuvo nunca ningún gesto incorrecto o violento» y se dejó convencer, paulatinamente, liberando a los rehenes, permitiendo el regreso del avión desde Madrid a Lisboa y entregando su arma al comandante.Temblando y bañado en lágrimas, protegido por los tripulantes, que lo entregaron a la policía con palabras de estímulo, el aprendiz de asaltante no asustaba ya a nadie cuando llegó al aeropuerto de Portela.

Ahora se sabe que su «arma», una pistola calibre 6,35 -«una pistola de señora», según un comentario policial-, no llevaba siquiera cargador, que había comprado el billete -un primera clase para Faro- con el dinero que su padre, taxista, le había entregado para pagar el seguro del coche y que había escondido su arma en un grabador que llevó consigo.

Muy excitado, Rui Rodrigues tuvo que retirarse al baño en dos ocasiones para vomitar, y no parecía muy seguro ni del destino que quería seguir (Suiza, Suecia ... ) ni del rescate a pedir, fijándose finalmente en diez millones de dólares. Los miembros de la tripulación, que consideran a Rui como un «muchacho inteligente, pero con problemas personales», contradicen al embajador Sa Coutinho, que parlamentó con él durante cerca de cinco horas, desde la torre de control de Barajas, y que piensa se trata de «un subnormal». Los padres de Rui Rodrigues afirman que siempre tuvo un comportamiento normal, era buen alumno y muy apasionado por programas de televisión. Rui Manuel Rodrigues, dieciséis años, fue presentado ayer por la tarde al juzgado de menores.

Los portugueses, que inauguraron la era de los secuestros de pasajeros con el asalto al barco Santa María en 1958, no han conocido hasta la fecha grandes «sustos» con los piratas del aire.

Cuando Ignacio Palma -hoy militante del partido socialista- desvió, en 1961, un cuatrimotor de la TAP que efectuaba un vuelo entre Marruecos y Lisboa, su objetivo era únicamente hacer propaganda contra el régimen de Salazar y el avión regresó a Rabat después de lanzar octavillas sobre el territorio portugués. El segundo asalto fue realizado por un refugiado húngaro, Adam Paragh, que pretendía obtener asilo político en Marruecos. Armado con una pistola de juguete, intentó desviar un vuelo entre Madeira y Lisboa, pero fracasó. El tribunal de Funchal (Madeira) que le juzgó hace unos meses consideró que no «era peligroso para la sociedad» y le soltó.

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Es de prever que a raíz de este nuevo caso habrá más presiones, pidiendo un reforzamiento de la medidas de seguridad en los aeropuertos portugueses, ya exigidas por algunas compañías, como por ejemplo El Al, la compañía israelí que tiene vuelos a partir de Lisboa. La poca seguridad del aeropuert de Lisboa es uno de los motivos de la presencia, a veces poco discreta de agentes de los servicios secretos de Israel.

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