Cartas al director

La Corrala

Como presidente de la comunidad de vecinos de La Corrala, me veo obligado a contestar a un reportaje, sin firma, publicado en EL PAÍS del pasado 13 de marzo.Seria difícil decir si dicha información nos ha producido más sorpresa o más indignación, porque nada de lo que allí se dice se ajusta, en términos generales, a la verdad de los hechos.

No queremos entrar en juicios de intenciones sobre las que hayan motivado. ese trabajo periodístico. Pero sí queremos hacer constar que los vecinos de La Corrala nos sentimos protegidos por el actual Ayuntamiento, al que estamos realmente agra...

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Como presidente de la comunidad de vecinos de La Corrala, me veo obligado a contestar a un reportaje, sin firma, publicado en EL PAÍS del pasado 13 de marzo.Seria difícil decir si dicha información nos ha producido más sorpresa o más indignación, porque nada de lo que allí se dice se ajusta, en términos generales, a la verdad de los hechos.

No queremos entrar en juicios de intenciones sobre las que hayan motivado. ese trabajo periodístico. Pero sí queremos hacer constar que los vecinos de La Corrala nos sentimos protegidos por el actual Ayuntamiento, al que estamos realmente agradecidos, pues ha hecho -y está haciendo- todo lo posible por la conservación y mejora de La Corrala. No a la Dirección del Patrimonio Artístico, sino al Ayuntamiento (y, dentro del Ayuntamiento, a la Junta Municipal de Centro y a la Gerencia de Urbanismo), debemos la actual situación de seguridad, protección, comprensión de nuestros problemas y diálogo abierto sobre los mismos que disfruta La Corrala. Quede, pues, bien claro, ante la ambigüedad o miras poco claras de la aludida información de EL PAÍS, la magnífica labor de protección y conservación de nuestra querida Corrala, debida, principalmente, a la gestión comprensiva, amistosa y competente -justo es decirlo-, del presidente de la Junta Municipal de Centro, don Francisco Pla, y del arquitecto de la Gerencia Municipal de Urbanismo, señor Arbolí.

Informaciones tan desacertadas, como la que rebatimos dicen muy poco en favor de la objetividad de ese diario, y, sin agresividad, pero para poner las cosas en su punto, han de ser contestadas y clarificadas. Esperamos que EL PAÍS, que pretende ser ecuánime -y tantas veces lo es-, no deje de publicar esta carta.

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