Gran Bretaña envía a la zona a su ministro de Exteriores

Gran Bretaña considera tan grave la intervención soviética en Afganistán que ha decidido enviar al secretario del Foreign Office, lord Carrington, en una gira destinada a asegurar a los países de la zona el continuo apoyo occidental.El anuncio del viaje de Carrington fue hecho a primera hora de la noches del jueves, tras una tormentosa entrevista entre la primera ministra, Margaret Thatcher, y el embajador soviético en el Reino Unido, Nikolai Lunkov, en la cual la dirigente británica hizo honor al calificativo de «dama de hierro» con que es conocida por el aparato propagandístico ruso.
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Gran Bretaña considera tan grave la intervención soviética en Afganistán que ha decidido enviar al secretario del Foreign Office, lord Carrington, en una gira destinada a asegurar a los países de la zona el continuo apoyo occidental.El anuncio del viaje de Carrington fue hecho a primera hora de la noches del jueves, tras una tormentosa entrevista entre la primera ministra, Margaret Thatcher, y el embajador soviético en el Reino Unido, Nikolai Lunkov, en la cual la dirigente británica hizo honor al calificativo de «dama de hierro» con que es conocida por el aparato propagandístico ruso.

El jefe de la diplomacia británica realizará una visita de dos días a Islamabad a partir del 14 de enero próximo y, de camino a la capital paquistaní, se detendrá en Turquía, para visitar después dos Estados clave del golfo Pérsico, el sultanato de Omán y Arabia Saudí.

El propósito del viaje, que cuenta con el apoyo total de Washington, es realizar una estimación in situ del impacto causado por la acción soviética y, al mismo tiempo, asegurar a esos países que pueden contar con la ayuda occidental que precisen.

En unas declaraciones televisadas, lord Carrington manifestó que la intervención soviética en Afganistán era «más grave» que la invasión de Checoslovaquia en 1968, y que los rusos cometían un error si pensaban que las cosas iban a quedar como estaban.

La declaración de Carrington, una de las figuras más moderadas del actual Gobierno conservador, puede dar una idea de la gravedad con que se juzga la crisis afgana en la capital británica.

La reacción británica ha comenzado a traducirse en hechos, el primero de los cuales ha sido la cancelación de una visita oficial al Reino Unido por parte del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko. Aunque no se habla señalado una fecha oficial para la celebración de la visita, los planes estaban muy adelantados y en círculos diplomáticos de Londres se afirmaba que podría haber tenido lugar el próximo mes de febrero.

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Según Carrington, las represalias considerados por las potencias occidentales contra la Unión Soviética incluyen el cese de los envíos de excedentes agrícolas, así como la suspensión de los intercambios tecnológicos y de créditos preferenciales.

Por su parte, en la entrevista celebrada en el número 10 de Downing Street a petición soviética, la señora Thatcher expresó al embajador Lunkov «la profunda desaprobación» de su Gobierno ante la invasión de Afganistán, «acción que la había dejado francamente perpleja».

La dirigente conservadora rechazó los argumentos del diplomático ruso de que la intervención se había producido como resultado de una invitación del Gobierno de Kabul.

Los servicios de inteligencia británicos han establecido, sin lugar a dudas, que el nuevo presidente afgano, Babrak Karmal, se encontraba en Moscú, donde había sido trasladado desde su exilio en Checoslovaquia, y que sólo fue trasladado a Kabul una vez consumado el derrocamiento y posterior fusilamiento del presidente Amin.

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