El Papa clausuró ayer la reunión extraordinaria de cardenales

Juan Pablo II clausuró ayer la primera reunión de estudio que los cardenales de todo el mundo celebran con un Papa después de casi quinientos años. Por primera vez en los últimos siglos de la historia de la Iglesia, los cardenales han podido discutir en público, colegiadamente, sobre cuestiones que afectan al gobierno de la Iglesia y la administración de la Santa Sede.El papa Wojtyla pronunció un discurso finísimo, muy suyo, con mucha gracia, y que demuestra que estos días se ha leído la prensa sin dejarse una línea. Porque su discurso es toda una réplica, muy amable, a todas las críticas ...

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Juan Pablo II clausuró ayer la primera reunión de estudio que los cardenales de todo el mundo celebran con un Papa después de casi quinientos años. Por primera vez en los últimos siglos de la historia de la Iglesia, los cardenales han podido discutir en público, colegiadamente, sobre cuestiones que afectan al gobierno de la Iglesia y la administración de la Santa Sede.El papa Wojtyla pronunció un discurso finísimo, muy suyo, con mucha gracia, y que demuestra que estos días se ha leído la prensa sin dejarse una línea. Porque su discurso es toda una réplica, muy amable, a todas las críticas de los periodistas. A quienes habían dicho que los cardenales habían sido muy polémicos en las discusiones y que habían casi insultado a la Curia romana, el Papa responde empezando su discurso alegrándose porque «nos hemos sentido hermanos unidos en un mismo vínculo de vocación y de misión».

A quienes decían que no valía la pena arrastrar hasta Roma a tantos cardenales (muchos, ancianos), para discutir en el fondo de «dinero», el Papa responde «dando las gracias de todo corazón» a los cardenales que han tenido el valor de «afrontar dificultades de viaje y de haber dejado por algunos días su propio trabajo». Dijo también, respondiendo a los que afirman que los cardenales no estaban preparados para discutir de finanzas, que las intervenciones de los cardenales han sido «sólidas y profundas». Ha dicho que la reunión con los cardenales ha sido «un paso en el camino de la colegialidad» y que no se trata de una estructura superada. La ha llamado «maravillosa institución», que es necesario «reanimar». Y después les ha conmovido cuando «les ha pedido perdón» por las «dificultades que habéis tenido que afrontar, porque se os ha pedido algo que parecía superar las posibilidades de tiempo que se os podía dedicar». Quien había dicho que en tan poco tiempo era imposible discutir nada serio, el Papa responde: «Se ha visto, sin embargo, que también en un tiempo relativamente breve se podía hacer no poco en esta asamblea.»

Y por lo que se refiere al punto flaco de las finanzas vaticanas dijo a los cardenales que era muy importante llegar a un «conocimiento exacto del estado de los problemas financieros de la Santa Sede». ¿Cree entonces el Papa en las críticas que se han hecho de que en este campo la Curia no tiene las cartas muy claras? No; es necesario que todo esté muy claro y que «se forme opinión pública en las iglesias y en toda la sociedad católica por lo que se refiere a este argumento». Por un motivo muy sencillo: «Porque la fábula difundida acerca de las finanzas vaticanas ha hecho no poco daño. Como en tiempos antiguos, también en nuestros días surgen mitos. El único modo de resolver el problema es el de considerar el asunto objetivamente.»

Ha dicho claramente que la Santa Sede necesita dinero «para poder servir con eficacia la misión universal de la Iglesia; para poder realizar el programa pastoral del concilio; para trabajar en favor de la evangalización» y responde con ironía a quienes dicen que el Vaticano gasta mucho: «En comparación con los medios que gasta el mundo contemporáneo, por ejemplo en armas, son archimodestos.»

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