Tribuna:POR QUE NO HAY BOLSA

Sí, hay Bolsa, pero...

Agente de Bolsa

En EL PAÍS del pasado domingo, y bajo el título «Por qué no hay Bolsa. Diez razones para una crisis», y firmado por mi compañero J. Manuel Núñez Lagos, se hacen untas afirmaciones que, al menos en mi opinión, se prestan a una serie de consideraciones que permitirán llegar a conclusiones distintas.

La Bolsa «... no cumple sus funciones en el sistema financiero...», y se admite que «la crisis económica y sus efectos sobre los ciclos bursátiles... no justifican el estado actual de la Bolsa». Yo añado: en pesetas constantes, en el período que va de 1...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Agente de Bolsa

En EL PAÍS del pasado domingo, y bajo el título «Por qué no hay Bolsa. Diez razones para una crisis», y firmado por mi compañero J. Manuel Núñez Lagos, se hacen untas afirmaciones que, al menos en mi opinión, se prestan a una serie de consideraciones que permitirán llegar a conclusiones distintas.

La Bolsa «... no cumple sus funciones en el sistema financiero...», y se admite que «la crisis económica y sus efectos sobre los ciclos bursátiles... no justifican el estado actual de la Bolsa». Yo añado: en pesetas constantes, en el período que va de 1974 a nuestros días, cien pesetas entonces invertidas se han convertido en once; la pérdida total del sector mobiliario ha sido de ¡unos dos billones de pesetas! Y esto ha sido soportado por unos tres millones de ahorradores-inversores, la inmensa mayoría, modestos.

¿Se puede afirmar que no está justificada esta importante pérdida? Cualquiera que tenga un mínimo contacto con los mercados bursátiles sabe que, en el fondo, de lo que se duda es del futuro de nuestra sociedad. A pesar de la consagración del sistema de economía de mercado en nuestra Constitución, se duda de su logro. ¿Habrá expropiaciones masivas sin indemnización? ¿Se camina hacia una economía marxista, con su secuela de planificación estatal, en medio de una dictadura político-económica?¿El regionalismo acabará en separatismo, haciendo saltar la unidad político- económica de España? Pienso que, si estas posibles perspectivas -no digo «probables»- se confirman, entonces la Bolsa, una vez más, descuenta adecuadamente el futuro. Resulta eficiente.

Seguridad. No resulta convincente la afirmación de que hay más seguridad política que en el tiempo de Franco. Según este peculiar sistema de razonar, si se teme un naufragio, independientemente de que las razones sean fundadas o no, en ese momento hay menos seguridad que cuando, efectivamente, el naufragio se presenta. Ya me refiero antes a alguna de mis ideas sobre posibles naufragios de nuestro actual sistema político-económico.

Imagen. El índice de Bolsa se confecciona, en general, seleccionando los valores que en cada momento se estiman como más representativos. No se puede afirmar que el índice sea la Bolsa y la Bolsa el índice, sino más bien que, puestos a representar el mercado, lo elegido es lo que más se acerca -de una forma convencional, desde luego- a su verdadera imagen. Si el índice dice verdad, o al menos -la más adecuada de las verdades, y deprime es porque esta es la situación. No desorienta en absoluto.

Política. Las disposiciones legales no inciden estimulando al mercado, porque carecen de televancia. ¿Qué respuesta cabe esperar a la reciente elevación del 15% al 20% de la desgravación de las inversiones en Bolsa a efectos del impuesto sobre la renta, si una tasa de inflación de dos dígitos hace ilusorio cualquier resultado? ¿Por qué no se declara, valientemente, desgravable la totalidad de lo invertido? ¿Se puede mirar con un mínimo de tranquilidad un Presupuesto del Estado con un déficit igual a su presupuesto total de hace sólo siete años?

Institución. No sé exactamente qué se quiere decir cuando se afirma que la Bolsa «no ha institucionalizado su espacio financiero». Esta institución existe en España desde hace unos 150 años. Ha sido capaz de sortear toda clase de situaciones políticas y financieras -algunas, realmente catastróficas- Es anterior al sistema bancario -con la excepción del Banco de España-. Actualmente está servida por un conjunto de competentes profesionales. Tiene sus leyes y reglamentos. Ha soportado incrementos de contratación impensables hace sesenta o treinta años. Se adaptó rápidamente a los nuevos tiempos -nuevo sistema de liquidación, nuevas instalaciones-. Pienso que de haber seguido el boom bursátil se habría establecido, de alguna manera, una red de oficinas a escala nacional para acercar el mercado al gran público... En la actual circunstancia estas posibilidades se alejan irremediablemente.

Información y autofagia. Se hacen en estos dos apartados afirmaciones que no soportan un análisis objetivo. «Fracaso del sistema anterior de inversión...» En las Bolsas, las empresas «... han devorado su propio mercado mediante la emisión sistemática y masiva de nuevas acciones...» La Bolsa fue capaz de hacer llegar a los emisores ingentes volúmenes de dinero a través del mercado de emisiones -que, por cierto, siempre cotizaban al alza-, sólidamente apoyado en el mercado secundario. Porque, efectivamente, había inversiones financiadas en gran parte a través de la Bolsa. Será necesario recordar que en los años treinta más del 60% de la población activa estaba en el campo, frente al 20% que hay hoy. Y este enorme trasvase de población pasó a la industria y servicios. Una auténtica revolución feliz, incruenta. ¿Qué pasaría hoy en el campo si, en vez de ese reducido 20%, hubiera, por ejemplo, un 50% de la población activa? ¿Qué decir de sectores como el eléctrico, que ha sido capaz de multiplicar su capital por 4,3 de 1960 a 1967, pero su potencia instalada se multiplica también por 4,2? ¿Hubo especulación o intenso proceso inversor? Otro ejemplo: de 1940 a 1975 se ponen en servicio embalses hidráulicos a razón de uno por mes...

Mediación y sesión. Los elementos personales del mercado tienen un vehículo apto para actuar: las Bolsas y sus actuantes agentes y corredores. Si se quiere decir que cabría mejorar su actuación, debe reconocerse, cómo no, que es posible. Toda obra humana es mejorable.

Estas mismas afirmaciones valen para «participación» y «cultura». Toda obra humana es, desde luego, mejorable.

Como final, parece razonable afirmar que la Bolsa, una vez más, cumple su misión al anticipar la convulsión socioeconómica que vivimos. La culpa de la fea imagen del espejo no es de éste, sino del reflejado, que es, efectivamente, feo y con imprevistos propósitos.

Sí, hay Bolsa, ahora disminuida y cohibida; volverá a resurgir cuando se vea y valore un futuro más claro. Como Ave Fénix, resurgirá cuando el ahorro se sienta mejor acogido.

Archivado En