Begin, recibido con discreción en El Cairo

ENVIADO ESPECIAL, «Es el día más bello de mi vida. Haber vivido para ver al primer ministro de Israel recibido aquí, en El Cairo, como un verdadero sultán.» El hombre que así habla es un judío egipcio de unos sesenta años con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada.Nos encontramos en la gran sinagoga de El Cairo, las Puertas del Cielo, donde Menahem Begin, poco después de llegar, participó en la iradicional oración mimnha.



Entre los fieles se encuentra el matrimonio Eban. La esposa del antiguo ministro de Asuntos Exteriores Abba Eban llora también, pero sin arro...

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ENVIADO ESPECIAL, «Es el día más bello de mi vida. Haber vivido para ver al primer ministro de Israel recibido aquí, en El Cairo, como un verdadero sultán.» El hombre que así habla es un judío egipcio de unos sesenta años con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada.Nos encontramos en la gran sinagoga de El Cairo, las Puertas del Cielo, donde Menahem Begin, poco después de llegar, participó en la iradicional oración mimnha.

Entre los fieles se encuentra el matrimonio Eban. La esposa del antiguo ministro de Asuntos Exteriores Abba Eban llora también, pero sin arrodillarse. La señora Suzy Eban nació en Ismailía y fue educada en El Cairo. El gran rabino de Nissin Nahum bendijo su matrimonio con Atiba.

En la sinagoga, el primer ministro israelí tomó, por primera vez desde su llegada a El Cairo, la palabra en público. La breve alocución, sólo tres minutos, resultó una especie de bendición a la paz, sinmencionar la política. Sadat, se sabe, rogó a Begin que no hiciese declaraciones políticas en público. El primer ministro respetó los deseos de su huésped.

Durante todo el día desde su llegada, al mediodía (hora de Madrid), no se había escuchado la voz de Begin. En la ceremonia de recepción oficial en el aeropuerto, en las pirámides, en la tumba del soldado desconocido, sonaron las trompetas, redoblaron los tambores, se interpretaron los himnos nacionales, pero ni el vicepresidente egipcio, Hosni Mubarak, ni Begin pronunciaron una sola palabra.

Los egipcios, se supo hace días, hicieron todo lo posible para reducir la visita de Begin a lo mínimo indispensable. El protocolo fue escrupulosamente respetado, pero sólo se llegó hasta ahí.

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En el aeropuerto, la bandera nacional israelí fue izada a las 11.25, dos minutos antes ni siquiera estaba el emblema en el mástil. Dos minutos después que Begin saliera del aeropuerto, las personas presentes lo abandonaron.

Todos los medios de comunicación egipcios sin excepción, informaron sobre la visita de Begin como si de un secreto de Estado se tratase. En cuanto a los alrededores de la sinagoga, situada en el centro comercial de El Cairo, la policía se encargó de dejarlo vacío. Las gentes estaban contenidas por barreras dos manzanas más lejos y se escucharon aplausos cuando cruzó veloz el coche oficial de Begin.

Pero lo cierto es que los egipcios han visto a Begin en TV ser recibido como un jefe de Estado, la bandera de Israel ondear en el aeropuerto y el himno nacional interpretado por la Guardia Nacional. Lo que pasó ayer es irreversible.

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