Cartas al director

Una deuda de dos años

La Universidad Complutense de Madrid me adeuda, al cabo de dos años la cantidad correspondiente a los «sueldos» del primer trimestre completo del curso 1976-1977. Bien es cierto que en aquella ocasión al ser yo PNN y llegar con cierto retraso la documentación correspondiente a mi contrato anual, debido a problemas burocráticos de mi facultad. el pago no podía hacerse con cargo a los presupuestos de 1976. Estimo, sin embargo. que más de dos años de dilación constituyen un plazo excesivo y a todas luces injustificado.En cualquier caso, esta situación que me consta, afecta a toda una serie de pro...

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La Universidad Complutense de Madrid me adeuda, al cabo de dos años la cantidad correspondiente a los «sueldos» del primer trimestre completo del curso 1976-1977. Bien es cierto que en aquella ocasión al ser yo PNN y llegar con cierto retraso la documentación correspondiente a mi contrato anual, debido a problemas burocráticos de mi facultad. el pago no podía hacerse con cargo a los presupuestos de 1976. Estimo, sin embargo. que más de dos años de dilación constituyen un plazo excesivo y a todas luces injustificado.En cualquier caso, esta situación que me consta, afecta a toda una serie de profesores en las mismas condiciones, induce inevitablemente a hacerse algunas penosas preguntas: ¿cómo superarían aquel trimestre «en blanco» los muchos o pocos profesores que tuvieran como única fuente de ingresos la Universidad? Si a lo sumamente exiguo de los sueldos se une la escasa atención por el tema, como parece desprenderse de lo dicho por parte del o los Ministerios correspondientes (Educación y Hacienda), ¿cabe imaginar siquiera una reforma de la enseñanza en la Universidad a base de profesorado básicamente dedicado a la actividad docente y no, como en, tantos casos nos ocurre, pluriempleado y sólo residualmente, aunque por vocación, preocupado por la Universidad? Creo que la Universidad está siendo sostenida, hoy en día, y en la medida en que exista, por una suma de entusiasmos, de los que no voy a descartar tampoco el de muchos PNN. Sin embargo, el entusiasmo tiene un límite y unas posibilidades más allá de los cuales se torna indiferencia e inoperancia. Y creo que una vez aprobado el entusiasmo de tantos docentes, ha llegado la hora de apoyarlo y dirigirlo. Ello implica, entre otros aspectos, que los temas económicos, especialmente en el caso de los PNN, sean objeto sin dilación de un tratamiento serio que oriente la situación hacia un predominio de la profesionalización docente plena e inequívoca.

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