Cartas al director

Mazinger, vendedor de juguetes

En vísperas de la celebración de la tradicional fiesta de Reyes, se mantuvo por parte de algunas organizaciones ciudadanas una acertada lucha contra el consumo de juguetes bélicos. Soy pesimista en cuanto a los resultados de esta campaña. Y soy pesimista porque pienso que los magnates del juguete bélico, el capital que tiene que colocar en estas fechas su ola de productos, cuenta con un aparato publicitario tan costoto como eficaz. Es, en definitiva, la lógica del sistema; lógica que rechazo radicalmente, peto lógica al fin.Sin embargo, lo que quiero señalar en este comentario es la publicidad...

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En vísperas de la celebración de la tradicional fiesta de Reyes, se mantuvo por parte de algunas organizaciones ciudadanas una acertada lucha contra el consumo de juguetes bélicos. Soy pesimista en cuanto a los resultados de esta campaña. Y soy pesimista porque pienso que los magnates del juguete bélico, el capital que tiene que colocar en estas fechas su ola de productos, cuenta con un aparato publicitario tan costoto como eficaz. Es, en definitiva, la lógica del sistema; lógica que rechazo radicalmente, peto lógica al fin.Sin embargo, lo que quiero señalar en este comentario es la publicidad disfrazada y, por tanto, no pagada que un organismo estatal como es TVE viene emitiendo últimamente en favor del juguete bélico. En efecto, la programación intensiva de la ya casi olvidada serie «Mazinger Z» en vísperas de la llegada de los Reyes Magos, además de contribuir al amplio consumo de un «stock» de productos derivados del portentoso robot televisivo, ha constituido una forma de penetración ideológica -una «comida de coco», en lenguaje menos pretencioso- en favor del consumo de juguetes violentos y dulcemente destructivos.

Muchos han sido los análisis que sobre los robots japoneses de esta serie se han hecho. Y, entre otras cosas, se ha señalado que el gran éxito de «Mazinger Z» entre el público infantil arranca del hecho de que el niño ve en el robot un juguete, un juguete poderoso con él que aplastar a unas fuerzas del mal que -¡cómo no!- vienen del «infierno».

Y a quienes piensen que con estas elucubrabiones me ando por las ramas les recomendaría la lectura de algunos teóricos de la comunicación de masas que ponen de manifiesto de qué forma los mensajes culturales masivos influyen de manera inconsciente en el receptor. Porque la penetración ideológica -la «comida de coco»- no está sólo en el «vota libremente..., pero no te abstengas por que tu deber es votar». La penetración está tanto en Curro Jiménez como en el anuncio navideño de Coca-cola, tanto en «QB VII» como en el Pato Donald, tanto en el «Telediario» como en «Mazinger Z».

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Y, puestos a ser violentos, ojalá algún día los puños de Mazinger apunten a algún ejecutivo de TVE, porque entonces yo mismo no tendré ningún inconveniente en dar el grito de «puño! fuera».

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