Persisten las dudas sobre la incorporación británica al Sistema Monetario Europeo

«Ni sí ni no», respondió ayer el premier británico, James Callaghan, cuando los periodistas de interrogaron sobre el resultado de sus conversaciones con el presidente Valery Giscard d'Estaing, sobre la participación de su país en el Sistema Monetario Europeo. La cumbre franco-británica comenzó y terminó ayer con dos entrevistas entre el presidente y el premier, complementadas con intercambios entre los ministros de ambos países.Dos aspectos, ambos europeos, dominaron las discusiones: el Sistema Monetario Europeo, que debería ser adoptado en la próxima cumbre europea...

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«Ni sí ni no», respondió ayer el premier británico, James Callaghan, cuando los periodistas de interrogaron sobre el resultado de sus conversaciones con el presidente Valery Giscard d'Estaing, sobre la participación de su país en el Sistema Monetario Europeo. La cumbre franco-británica comenzó y terminó ayer con dos entrevistas entre el presidente y el premier, complementadas con intercambios entre los ministros de ambos países.Dos aspectos, ambos europeos, dominaron las discusiones: el Sistema Monetario Europeo, que debería ser adoptado en la próxima cumbre europea en Bruselas los días 4 y 5 de diciembre, y la elección del Parlamento Europeo por sufragio universal directo en junio de 1979.

Sobre la cuestión monetaria, desde que en Bremen se adoptó el principio de realización del sistema, los británicos se han manifestado escépticos, temerosos de que su divisa, la libra, sufra las consecuencias de la disciplina que impondrá la nueva serpiente europea. Problemas internos, electorales, influyen en la postura del actual Gobierno (una parte minoritaria de los laboristas son antieuropeos). Al final de las conversaciones de ayer en París, el señor Callaghan no disipó las dudas que inspira en los medios comunitarios la voluntad europea de su país. Como ya lo han hecho al confrontarse con otras etapas determinantes de la construcción europea, ahora parece ser que los británicos prefieren un compás de espera para ver qué pasa. El señor Giscard afirmó que la eventual no participación de Inglaterra «no tendrá consecuencias políticas». Por el contrario, el premier y el presidente francés se declararon totalmente convergentes al abordar la elección del Parlamento por sufragio universal, que, con la puesta en marcha del sistema monetario a principios de 1979, constituirán los dos acontecimientos capitales del año que viene en materia de política comunitaria. París y Londres están de acuerdo para aplicar estrictamente el Tratado de Roma, es decir, que en principio no aceptarán que el futuro Parlamento extienda sus poderes.

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