Los sindicatos británicos desaprueban otra vez la política de contencion salarial

La rígida política salarial del primer ministro británico ha recibido su tercer serio revés en dos meses, al negarse el TUC, máximo organismo ejecutivo sindical, a respaldar una declaración conjunta con el Gobierno sobre salarios, precios e inflación negociada previamente durante más de un mes por el Comité Económico Sindical. Con la declaración rechazada, el Gobierno pretendía reparar el daño causado a su política del 5% por la firme oposición del congreso de los sindicatos, primero, y de la propia conferencia laborista, a continuación.

Dos eran las propuestas sometidas al consejo de l...

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La rígida política salarial del primer ministro británico ha recibido su tercer serio revés en dos meses, al negarse el TUC, máximo organismo ejecutivo sindical, a respaldar una declaración conjunta con el Gobierno sobre salarios, precios e inflación negociada previamente durante más de un mes por el Comité Económico Sindical. Con la declaración rechazada, el Gobierno pretendía reparar el daño causado a su política del 5% por la firme oposición del congreso de los sindicatos, primero, y de la propia conferencia laborista, a continuación.

Dos eran las propuestas sometidas al consejo de los sindicatos y que corrieron la misma suerte al ser desechada la general en una votación de catorce contra catorce. La primera pedía la aprobación de una declaración programática en la que, reafirmando sus respectivas posiciones, Gobierno y TUC reconocían como prioritaria la lucha contra la inflación y se comprometían a ella. La segunda, que no llegó a ser debatida, era una «guía» sindical de instrucciones a sus miembros para la negociación con los, empresarios, en la que se pedía moderación reivindicadora y un cuidadoso análisis de la situación financiera de cada compañía antes de exigir aumentos salariales concretos.Si en una primera aproximación la inesperada decisión sindical deja las cosas exactamente igual que estaban (un Gobierno que intenta imponer a toda costa su política anti-inflacionaria y unos trabajadores que lucharán para negociar libremente y sin topes con las empresas), a medio plazo las consecuencias pueden ser graves para el laborismo. Callaghan no sólo no ha conseguido cimentar la «relación especial» de su partido con las TUC, sino que las posibilidades laboristas de ganar las próximas elecciones pueden verse mermadas por una agravación de las disputas laborales en los meses venideros, tal y como prevé el propio secretario general de los sindicatos, Len Murray.

Políticamente, el ministro de Hacienda es el más «tocado» por el fracaso. Healey, a quien el primer ministro había dado plenos poderes para la conducción de las negociaciones, no ha podido ocultar su profunda sorpresa por el plante sindical ante una declaración completamente inoperante en el fondo y sólo comprometedora en un plano teórico. Denis Healey -al que se acusa desde muy diversos sectores de haber provocado la ira de los sindicatos con su exceso de intransigencia y las veladas amenazas contenidas en sus declaraciones económicas- dijo ayer en el Parlamento que no lo da todo por perdido y que el Gobierno, sin abdicar de su 5%, seguirá intentando llevar a los trabajadores a la vía del compromiso.

Nadie, salvo el Gobierno, lamenta el final, provisional o no, de este diálogo de sordos, cuyo resultado confirma la impresión adelantada en estas columnas de que las reivindicaciones y huelgas en curso, y las que se avecinan, serán resueltas una a una, en un pulso entre empleadores y empleados.

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