Irán atraviesa la crisis más importante desde la caída de Mossadegh

Sin pompa ni boato, por primera vez en muchos años el sha de Irán, su alteza imperial M. Reza Pahlevi, festejó ayer en la intimidad familiar el 59 aniversario de su nacimiento. Los periódicos de Teherán han hablado poco de la fecha, que, no obstante, es fiesta nacional, y sólo su esposa, Farah Diba, compartió con él estas horas. Los demás familiares, «castigados» por una reciente disposición imperial que les prohibía «hacer negocios», han abandonado el pais.

Como símbolo de una situación insólita, un francotirador mató ayer al jefe de policía de la ciudad de Jahrom e hirió al comandante...

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Sin pompa ni boato, por primera vez en muchos años el sha de Irán, su alteza imperial M. Reza Pahlevi, festejó ayer en la intimidad familiar el 59 aniversario de su nacimiento. Los periódicos de Teherán han hablado poco de la fecha, que, no obstante, es fiesta nacional, y sólo su esposa, Farah Diba, compartió con él estas horas. Los demás familiares, «castigados» por una reciente disposición imperial que les prohibía «hacer negocios», han abandonado el pais.

Como símbolo de una situación insólita, un francotirador mató ayer al jefe de policía de la ciudad de Jahrom e hirió al comandante en jefe y administrador de la ley marcial en la zona, precisamente a la salida de un acto celebrado con ocasión del 59 aniversario del sha.Desde hace dos años, principalmente, el sha conoce una especie de rebelión interior en Irán, mezcla de subversión religiosa, revuelta contra un poder autocrático, y abandono parcial por parte de su principal aliado, Estados Unidos, cuyo presidente ha pretendido hacer de la defensa de los derechos humanos nervio importante de su política exterior.

Todas las medidas tomadas por el sha para adaptarse a la nueva coyuntura, liberalización interior, amnistía parcial, parecen haber llegado demasiado tarde: cualquien incidente, trivial o no, provoca una explosión popular que por el momento cuestiona fundamentalmente la autoridad del sha.

Lo más notable de estas manifestaciones, que recorren las calles de las principales ciudades iraníes con cartelones que piden «Muera el sha», es que se ha roto la barrera psicológica del miedo a la represión militar, hasta ahora mítico. Para un país cuya estabilidad reposa ante todo en un impresionante Ejército, omnipotente y privilegiado, esta actitud no deja de ser sugestiva. Desde la confrontación imperial con Mossadegh, en 1953, el sha no había tenido que enfrentarse a un mayor desaflo que el actual.

La verdadera rebelión comienza en enero de 1978, cuando un periódico publica un artículo considerado infamante para el ayatollah Jomeiny, líder chiita.

Los chiitas se rebelan en la ciudad santa de Qom y el Ejército les reprime. El saldo es de seis muertos, que serán velados durante cuarenta días por sus correligionarios. Al término del período de duelo comienza la escalada actualmente en curso.

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Por inspiración norteamericana el sha ha iniciado contactos con losl íderes chiitas, incluido el ayatollah Jomeiny, que para muchos es el único capaz de contener la rebelión en sus actuales marcos. Jomeiny, sin embargo, sostiene que en Irán no hay solución con el sha. Entre las múltiples alternativas que se han barajado para una situación aparentemente sin salida está la renuncia del sha a favor de su hijo o convertir el país en una monarquía constitucional en donde el rey reina, pero no gobierna. Irán, en la frontera sur de la URSS, y en el corazón del petróleo, es vital para Occidente. El país está lejos de escapar del control norteamericano, pero las consecuencias imprevisibles de la crisis, que no deja de ser utilizada por unos vecinos hostiles, hace que se busquen con urgencia soluciones de recambio.

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