Tribuna:DIARIO DE UN SNOB

El recuadro

Yo no sólo quería ser periodista, en la infancia sucia e implacable, sino que quería ser periodista de recuadro. Un recuadro para mis artículos.Me lo preguntan siempre los reporteros audaces:

-¿Y usted a qué aspira ahora, a un sillón en la Academia?

-Más que a un sillón, yo aspiro a un recuadro.

A que mis artículos salgan con recuadro. En una vida de articulista de ya casi veinte años, unos periódicos me han dado con recuadro y otros no.

Debe ser un trauma de infancia, por no haber estado nunca en el recuadro de honor de un colegio, si bien es verdad que mis colegio...

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Yo no sólo quería ser periodista, en la infancia sucia e implacable, sino que quería ser periodista de recuadro. Un recuadro para mis artículos.Me lo preguntan siempre los reporteros audaces:

-¿Y usted a qué aspira ahora, a un sillón en la Academia?

-Más que a un sillón, yo aspiro a un recuadro.

A que mis artículos salgan con recuadro. En una vida de articulista de ya casi veinte años, unos periódicos me han dado con recuadro y otros no.

Debe ser un trauma de infancia, por no haber estado nunca en el recuadro de honor de un colegio, si bien es verdad que mis colegios ni siquiera tenían recuadro en la ventana. Las ventanas estaban según las había dejado el bombardeo.

-¿Cuánto quiere usted ganar, le metemos en plantilla, le sacamos con foto?

Es lo que preguntan siempre los directores a los colaboradores.

-Recuadro. Yo quiero un recuadro.

Piensan que es un problema de vanidad, y puede que lo sea, pero la vanidad a su vez es un problema: una inseguridad. ¿Quién no necesita recuadrar su nombre, su vida? El diploma escolar, el diploma profesional, el diploma negro de la esquela en Abc, cuando te mueres. Qué bien queda el muerto con su recuadro, con su luto. Los deudos le encuentran, en la esquela, como vestido de viudo de sí mismo.

A nuestro señorito, o sea Juan Luis Cebrián, se lo he pedido muchas veces. Y en su cena del Siglo XXI, como a mí me traía un poco flojo todo eso de la OTAN que estaban discutiendo, se lo pedí públicamente, por el micrófono, ante cientos de comensales:

-Juan Luis, el recuadro.

Vive uno pendiente de la columnita, coño. No es una cuestión tipográfica ni una cuestión psicológica, evidentemente. Es algo más profundo o más superficial. Existencial, lo hubiéramos llamado en «Sésamo», entre Sartre y Tomás Cruz, hace treinta años. La inseguridad constitutiva del ser necesita recuadrarse en algo. Hay una, pieza corta y maestra de Ionesco: El inquilino.

El inquilino llega a una habitación vacía -el escenario mismo- para alquilarla y amueblarla. El desarrollo de la obra consiste en las entradas de transportistas que van trayendo todos los enseres, aperos y muebles del inquilino, en una acumulación incesante y ahogante de objetos, que le dio lugar a Enrique Llovet, en su crítica, a hablar muy lúcidamente de la acumulación de la materia. Al final, la materia rebosa el escenario, sobre los espectadores. El inquilino pide que le pongan en torno (él está en el centro, ya invisible) una teoría de biombos -el recuadro- y muere con un suspiro de satisfacción.

Eso es la vida humana: poner un piso, fabricarse una pirámide, ir acumulando y enriqueciendo la propia tumba, panteónicamente. Vivimos como unidimensionales y morimos como egipcios:

-Juan Luis, el recuadro.

Juan Luis, en su prodigiosa actividad de periodista -más-joven-de-Europa, tiene otras muchas cosas en que pensar, claro. Me ofrece subirme el sueldo, para que me calle. Pero yo quiero el recuadro. En talleres me parece que los llaman corondeles. Bueno, pues yo, a esta edad carroza, quiero encuadrar mi vida en un corondel. Cebrián ha ido a entrevistar al señor Suárez y ha salido con la impresión de que el presi quiere quedarse para rato. El recuadro herreriano de la Moncloa. En cuanto nos desalojan del claustro materno, necesitamos alojarnos en un recuadro, en un claustro geométrico, psicológico o tipográfico.

-Juan Luis, el recuadro.

El recuadro parece que le pone galones a la masa de plomo del artículo, y un articulista sin recuadro es como un militar sin graduación. ¿Qué es la Constitución, recién metida en su sobre y pegado el sobre con la lengua, sino un recuadro que nos hemos puesto en torno los españoles para sentirnos más seguros? El propio Juan Luis ha dicho que la Constitución no es tan ¡mportante como creemos, y es como cuando Eusebio García Luengo dice que eso de la gran altura del Pirineo de Huesca tampoco es tan importante ni sirve para nada. Ya, pero ¿y la cosa psicológica, queridos Eusebio y Juan Luis? Un recuadro da seguridad, palabra. Más seguridad incluso que el sobre. España quiere vivir en recuadro constitucional para no vivir entre rejas, como con Franco. Las barras, mejor a los lados. Claro que el recuadro definitivo te lo ponen en el Cementerio del Este: «Juan Luis, el recuadro ... "

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