Cartas al director

Provocación a la democracia

He intentado asimilar las declaraciones de Rafael Arias Salgado. Por supuesto, sigo sin comprender su sentido y creo que nadie se lo encontrará. Al principio, con escepticismo y despreocupación, las tomé como cuestiones de «régimen interno» de partido que ni me interesaban ni me incumbían. Pero no es así, muy al contrario, ese conjunto de afirmaciones febriles, que no por ello disculpables, deben ser denunciadas por todo aquel que no quiera convertirse en apoyo y animador de ineptitudes políticas y graves descensos culturales. La actitud de Arias Salgado constituye una clara provocación a la d...

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He intentado asimilar las declaraciones de Rafael Arias Salgado. Por supuesto, sigo sin comprender su sentido y creo que nadie se lo encontrará. Al principio, con escepticismo y despreocupación, las tomé como cuestiones de «régimen interno» de partido que ni me interesaban ni me incumbían. Pero no es así, muy al contrario, ese conjunto de afirmaciones febriles, que no por ello disculpables, deben ser denunciadas por todo aquel que no quiera convertirse en apoyo y animador de ineptitudes políticas y graves descensos culturales. La actitud de Arias Salgado constituye una clara provocación a la democracia y a todos los hombres libres de España.Estamos, al menos eso creíamos y ahora ya es para dudarlo, en la lucha por la libertad de prensa, por la democracia de la palabra, por el libre examen de las circunstancias, por la garantía y el respeto a la propiedad intelectual. El escritor, como el hombre de la calle, español de a pie, tiene derecho a prestar libremente su pluma y su voz a lo que crea que es la verdad, sin que por ello tenga que verse sumergido en un fondo de clandestinidad, amenazado por el temor a la sanción, y en esto poco importa el color de su credo.

Recordemos al coordinador de UCD que frente a esa especie de intelligentsia de partido que pretende imponer no sólo a sus militantes, que ya es grave, sino a todo el que pueda, está la inteligencia. Advirtamos también que «silenciar» es monopolizar el ancho campo de la cultura y la opinión, porque la tarea del intelectual y de cualquier ser humano no puede apuntar, sino hacia el intento de expresar la conciencia de la sociedad del mejor modo posible, procurando hacer valer lo universal y no lo más poderoso, a menos que aquí se desee implantar por alguien un estalinismo de expresión.

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