Caballero de Gracia, 10, un sólido edificio amenazado de derribo

«Han sido veinte años provocando la ruina de la finca. Cuando no rompían las tuberías, destrozaban las terrazas. Sin embargo, pese a todo ello, no han podido con la solidez del edificio. La casa no está en ruina y no nos marcharemos de aquí.» Manuel Macía Rodríguez vive en el tercer piso de Caballero de Gracia, 10. Desde hace veinte años regenta un hostal con su mujer.

Pese a la orden de desalojo del Ayuntamiento, no tiene ninguna intención de irse porque «esto es una maniobra especulativa, la casa no está en ruina y no nos van a echar».Hace dos años que Santiago González, jefe del Depa...

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«Han sido veinte años provocando la ruina de la finca. Cuando no rompían las tuberías, destrozaban las terrazas. Sin embargo, pese a todo ello, no han podido con la solidez del edificio. La casa no está en ruina y no nos marcharemos de aquí.» Manuel Macía Rodríguez vive en el tercer piso de Caballero de Gracia, 10. Desde hace veinte años regenta un hostal con su mujer.

Pese a la orden de desalojo del Ayuntamiento, no tiene ninguna intención de irse porque «esto es una maniobra especulativa, la casa no está en ruina y no nos van a echar».Hace dos años que Santiago González, jefe del Departamento Municipal de Ruinas Deficientes, firmó la declaración de ruina inminente de Caballero de Gracia, 10. La casa está situada frente al Real Oratorio de Caballero de Gracia y tras el Casino Militar. Se trata de un importante edificio de ocho pisos, cada uno Con un mínimo de cuatrocientos metros cuadrados, cuya construcción data de finales del siglo pasado. La finca está incluida en el precatálogo de edificios histórico- artísticos a conservar por estar considerada como elemento ambiental y protegida por la norma municipal número 11.

Los elementos básicos de la construcción son hierro y fábrica de ladrillo, lo que contribuye a dar una notable sensación de solidez.

La casa es propiedad de María Rosario Garay Espinosa de Ibarra, a quien pertenece también la finca situada en la calle Jardines, 9, lindante con la de Caballero de Gracia y también en estado de ruina.

Las únicas personas que todavía viven en la casa son Pedro Gohes Adán, que tiene una tienda en el bajo y Manuel Macías, con un hostal en el tercer piso, además de Juan Maroyo, portero de la finca. Los dos primeros se han negado sistemáticamente a abandonar las viviendas.

Hasta que la Dirección del Patrimonio Histórico Artístico no se pronuncie sobre el tema no aceptarán la declaración hecha por el Ayuntamiento. «Esta fue hecha con un arquitecto sobrino de la propietaria, Gregorio Ibarra», aseguró a EL PAIS el señor Macías.

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El piso en el que vive Manuel Macías tiene diecisiete habitaciones y paga un alquiler de 9.000 pesetas. Según él, los propietarios, de acuerdo con el portero, han provocado el deterioro del edificio. «Han sustituido el hierro de las tuberías de agua por uralita y destruido los canalones. Así, el agua cae directamente a las paredes y la humedad penetra en los pisos. El ascensor lo dieron de baja hace diez años para dar mal carácter a la casa - continúa el señor Macías-. Los propietarios se han negado sistemáticamente a hacer cualquier tipo de reparación para conservar el edificio. Tanto el otro inquilino como yo hemos puesto miles de denuncias. Aquí tengo el certificado extendido por la Delegación de la Vivienda por las multas que la propiedad ha preferido pagar antes de hacer los correspondientes arreglos.»

El portero de la Finca ocupa el cuarto piso. Según el señor Macías el papel de éste consiste en contribuir sistemáticamente a las obras de ruina del edificio. «Los depósitos de agua - tres de 3.000 litros cada uno- están en los tejados; cuando llueve, él aprovecha para averiarlos y dejar que el agua caiga sobre las terrazas.»

El arquitecto de la asociación de vecinos La Corrala, tras revisar el edificio, asegura que no existe estado de ruina. Dos arquitectos más, los señores Sarrió y Martitegui, han coincidido con el dictamen del técnico vecinal.

Los inquilinos se han puesto ahora en contacto con Adelpha para que el cartel que abajo asegura que se trata de «una finca a derribar» quede sin efecto.

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