Editorial:

La difícil democracia en Perú

LOS RESULTADOS de las elecciones generales celebradas en Perú el pasado fin de semana de modo alguno sitúan al país en una perspectiva concreta de práctica gubernamental. Tras los escrutinios se abre tan sólo un largo y original plazo que no culminará sino en las elecciones presidenciales de 1980. De acuerdo con los militares instalados en el poder desde 1968, las elecciones son tan sólo el primer paso de la devolución del Gobierno a manos civiles. Por ello, cinco millones de votantes, aunque no se sabe con exactitud el índice'de participación electoral, han acudido a las urnas. Los representa...

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LOS RESULTADOS de las elecciones generales celebradas en Perú el pasado fin de semana de modo alguno sitúan al país en una perspectiva concreta de práctica gubernamental. Tras los escrutinios se abre tan sólo un largo y original plazo que no culminará sino en las elecciones presidenciales de 1980. De acuerdo con los militares instalados en el poder desde 1968, las elecciones son tan sólo el primer paso de la devolución del Gobierno a manos civiles. Por ello, cinco millones de votantes, aunque no se sabe con exactitud el índice'de participación electoral, han acudido a las urnas. Los representantes elegidos tendrán la misión de redactar la nueva Constitución del país, con tiempo suficiente hasta 1980. Es de temer, sin embargo, que el país registre también en esos dos años incidencias en absoluto desdeñables, como no lo fueron las incidencias que arreciaron el pasado mes de mayo y que pusieron en grave aprieto la celebración de los comicios hasta la misma víspera de los mismos. Por todo ello, tan importante es preguntarse sobre los resultados de las elecciones como sobre lo que ocurrirá en el espacio abierto hasta 1980.Las elecciones estaban, en un principio, señaladas para el 4 de junio. Luego lo fueron para el pasado domingo. No se tuvo seguridad sobre la apertura de las urnas hasta el último momento por la particular actitud del Gobierno del general Morales Bermúdez, que al introducir drásticas medidas de austeridad económica en el pasado mes -quizá sin tener otra opción, quizá para drenar los votos de la izquierda- creó un clima de contienda civil en la población. Por la eliminación del censo electoral del elevado número de analfabetos, tres millones, y por la pretendida pérdida de popularidad de la izquierda en los incidentes de mayo, se pensó que la Cámara que resultase elegida sería gravemente imperfecta, que en ella no estarían ni los indios ni la izquierda. Y, sin embargo, los sorprendentes datos electorales de Perú exigen un análisis más detallado.

La campaña electoral ha registrado las sorpresas de los altos porcentajes de votos obtenidos por el Partido Popular Cristiano y por el APRA, de Haya de la Torre, así como del auge de la izquierda en el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), que ha sido beneficiado por un sorprendente aluvión de votos a su favor. El mayor porcentaje de votos ha sido logrado por la derecha, pero ésta se identifica, en cierto modo, con la izquierda en el repudio del poder militar. Por último, no hay que olvidar que sumando los votos de los seis grupos de izquierda resulta que ésta parece haber obtenido el 30 % de los sufragios. Si la derecha y la izquierda coinciden en la necesidad de recobrar el poder civil, es posible que este acuerdo no llegue más lejos y sea inoperante a la hora de los trabajos de la futura Asamblea. Porque la izquierda, incluso la sentada en los escaños, intentará de algún modo continuar el proceso antiimperíalista iniciado por el general Velasco Alvarado.

Las fuerzas políticas parlamentarias fácilmente coincidirán en sus designios políticos, con más dificultad en cuanto a la idea social que se hacen del país. En este punto vienen a colación el diálogo con las centrales sindícales y con los líderes políticos perseguidos, la gran incertidumbre de la evolución del APRA, de sus relaciones con Morales Bermúdez, de la conducta del Ejército, y, en fin, todas las cuestiones inmediatas que el país tiene pendientes en su situación económica. Porque Perú, al igual que otros países latinoamericanos que inician de nuevo su trayecto democrático, es una nación al borde de la bancarrota, que este año debe hacer frente al pago de mil millones de dólares de deuda exterior, que alcanza los 6.000. Sin la ayuda y la comprensión del Fondo Monetario Internacional, el país ni siquieta podrá pagar los intereses de su deuda. Es preciso, pues, hacerse idea clara de las malas condiciones del país, ante las cuales son posibles todos los fracasos, para reclamar la necesidad de una solidaridad internacional sin la cual es inviable cualquier experimento democrático.

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