Se consolida el monopolio estatal francés de radio y televisión

El monopolio estatal de la radio y televisión francesas ha salido indemne, a nivel parlamentario al menos, de la primera embestida seria de las radios libres que durante los últimos meses empezaron a sensibilizar a la opinión sobre el problema de la libertad de las ondas.

Ayer fue aprobada por la Asamblea Nacional una nueva ley que penaliza todo atentado contra el monopolio estatal, es decir, el establecimiento de emisoras privadas Los transgresores de la ley serán castigados con penas de cárcel que van de un mes a un año y con multas mínimas de 150.000 pesetas que podrían llegar hasta ...

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El monopolio estatal de la radio y televisión francesas ha salido indemne, a nivel parlamentario al menos, de la primera embestida seria de las radios libres que durante los últimos meses empezaron a sensibilizar a la opinión sobre el problema de la libertad de las ondas.

Ayer fue aprobada por la Asamblea Nacional una nueva ley que penaliza todo atentado contra el monopolio estatal, es decir, el establecimiento de emisoras privadas Los transgresores de la ley serán castigados con penas de cárcel que van de un mes a un año y con multas mínimas de 150.000 pesetas que podrían llegar hasta el millón y medio.Esta ley fue propuesta por el Gobierno hace algunas semanas cuando un tribunal de la ciudad de Montpellier falló un juicio a favor de radio Fil Bleu, una emisora libre que había sido denunciada por las autoridades. Este caso reveló que existía un vacío jurídico en la ley que protege al monopolio estalal de radio y TV.

Sustancialmente, según revelaron los debates de la Asamblea Nacional, todos los partidos políticos están de acuerdo con el mantenimiento del monopolio, aunque por razones diferentes. Los giscardianos, con su reforma de 1974 (descentralizando la antigua ORTF), se suponía habían dado el primer paso hacia la privatización.

La citada radio Fil Bleu, fue creada por los giscardianos en vísperas de los últimos comicios legislativos y uno de sus responsables declaró recientemente que, en efecto, «una de las razones de ser de la emisora estaba relacionada con la posibilidad de una victoria de la izquierda que, naturalmente, cogería en sus manos el monopolio».

Pasado el temor electoral, ningún observador se engaña: «Con vistas a las presidenciales de 1981, al giscardismo le interesa tener bien sujetas las riendas del monopolio.» Los gaullistas, defensores tradicionales del servicio estatal de radio y TV, al verse relativamente marginalízados, propusieron la posibilidad de que el monopolio concediera emisoras locales.

Los comunistas y socialistas, con matices diferentes, también sugirieron emisoras regionales. «Pero está claro -comentaba ayer un observador- que el poder audiovisual desencadena pasiones posesivas, en la derecha y en la izquierda, y cada cual sabe que quien tiene en sus manos los "media", tiene el poder.»

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La izquierda, al unísono, aprovechó el voto déresta ley para criticar una vez más el «abuso del Gobierno que, de este servicio público, ha hecho un arma para defender sus intereses». Pero esta polémica, eterna, no aportó ningún elemento nuevo en la ocasión presente.

La izquierda continúa pidiendo un estatuto que libere al monopolio de la «dictadura» del pojer político, pero hoy más que nunca, tras la «normalización» que se ha realizado en Francia con el triunfo del giscardismo en las últimas legislativas, «las protestas de la izquierda -se comentó- carentes de todo atisbo de la imaginación que cabe exigirle a quien pretende transformar la sociedad, producen carcajadas tristes».

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