Giscard d'Estaing se entrevistará hoy con Mitterrand

En Francia constituye un estreno más o menos histórico el que esta tarde dialoguen en el despacho presidencial del palacio del Elíseo el presidente, Valery Giscard d'Estaing, y el primer secretario del Partido Socialista, Francois Mitterrand. Mañana ocurrirá otro tanto cuando el señor Giscard y el secretario general del Partido Comunista francés (PCF), Georges Marchais, se den la mano en el mismo lugar.

Hoy, mañana y pasado, el presidente terminará la celebración de su «atracción carnaval», según estimación de los gaullistas, entrevistándose con todos los líderes de la mayoría, de la op...

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En Francia constituye un estreno más o menos histórico el que esta tarde dialoguen en el despacho presidencial del palacio del Elíseo el presidente, Valery Giscard d'Estaing, y el primer secretario del Partido Socialista, Francois Mitterrand. Mañana ocurrirá otro tanto cuando el señor Giscard y el secretario general del Partido Comunista francés (PCF), Georges Marchais, se den la mano en el mismo lugar.

Hoy, mañana y pasado, el presidente terminará la celebración de su «atracción carnaval», según estimación de los gaullistas, entrevistándose con todos los líderes de la mayoría, de la oposición, de los sindicatos y de organizaciones profesionales.En los medios periodísticos se decía ayer en París que si el señor Giscard acompañase hasta la puerta de entrada del palacio del Elíseo al señor Mitterrand, tras su entrevista de una hora, los fotógrafos obtendrían el documento gráfico del año. Desde que se fundó la V República, hace veinte años, la profunda tradición democrática del país no ha sido capaz de suavizar las relaciones «a muerte» entre la derecha y la izquierda. Hasta hace pocos días, aún, el PCF ,vomitaba hiel sobre los socialistas cada vez que uno de sus dirigentes se manifestaba en público o en privado con algún «representante del gran capital». El señor Mitterrand, por otra parte, desde que se calificó como el crítico número uno del general De Gaulle, ha sido el hombre más odiado de la clase política de derechas, que, además, a causa de su alianza con los comunistas, ha hecho de él la bestia negra a eliminar de la escena política al precio que fuere.

El resultado de los recientes comicios legislativos es quien ha operado este deshielo a nivel de las formas. La mayoría no ha perdido el poder y está satisfecha, pero no tranquila, porque no ignora que media Francia ha mantenido su voto negativo, basado en desigualdades sociales por todos reconocidas y en el acaparamiento absoluto del Poder desde hace cuatro lustros. La oposición, por su parte, sabe que ha perdido porque, en teoría al menos, le ofreció la victoria a la mayoría saliente a causa de incomprensiones fundamentales entre socialistas y comunistas que ponen en entredicho el porvenir.

A nivel de cabezas políticas y de los partidos respectivos, también pudiera decirse que nadie ha ganado ni perdido verdaderamente: el señor Giscard había apostado a desgajar al PS de los comunistas, pero ocurrió lo contrario y, de hecho, se encontró con un triunfo personal que ni él mismo esperaba la víspera de la primera vuelta, cuando intervino en la televisión ante sus compatriotas.

El señor Chirac apostaba por la carta opuesta: la unión sagrada entre comunistas y socialistas, pero fue la desunión la que encarriló el triunfo de su RPR. El señor Mitterrand, que desde hace quince años había invertido todo su capital político en la unión de la izquierda, no tenía más remedio que creer en algo que negaban todas las evidencias. Sólo el PCF calculó fríamente su objetivo (recortar la fuerza de los socialistas), aunque fuera al precio de perder casi un 1% de su electorado y de reavivar la imagen estalinista que ya había empezado a desdibujar ante la opinión.

El presidente desearía estabilizar la «cohabitación razonable» entre la mayoría y la oposición por él preconizada en su discurso poselectoral. Aunque su proyecto a largo plazo consiste en integrar en el Gobierno a los socialistas, nadie piensa hoy que semejante «sueño» sea viable. Pero sí lo sería una especie de estatuto de la oposición que facilitara las relaciones mínimas entre el presidente y la izquierda: consulta con los líderes de esta última sobre las grandes decisiones de política interior y exterior, examen de los problemas sociales y económicos.

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De manera inmediata, la oposición espera que, en estas entrevistas, el presidente evidencie la envergadura de su deseo de reconciliación en un dominio concreto: los medios de expresión radiotelevisados. En efecto, desde hace veinte años, la radio y la televisión en Francia han sido un útil al servicio del Gobierno y de su política.

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