Gibraltar y las dos orillas del Estrecho

«( ... ) Desgraciadamente para España, la democracia y el nuevo talante de nuestra clase política no van a poder resolver, de forma tan brillante, la cuestión de Gibraltar. Casi estaríamos por decir que nos vamos a enfrentar a la peor época para una solución que traerá tantos quebraderos de cabeza como tintes dramáticos. Y es que el entramado de la política exterior de una nación tarda muchos años en levantarse, y los defectos de su construcción pueden, perfectamente, manifestarse mucho tiempo después. De tal suerte que así como el Sahara fue el último problema de la política exterior del fran...

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«( ... ) Desgraciadamente para España, la democracia y el nuevo talante de nuestra clase política no van a poder resolver, de forma tan brillante, la cuestión de Gibraltar. Casi estaríamos por decir que nos vamos a enfrentar a la peor época para una solución que traerá tantos quebraderos de cabeza como tintes dramáticos. Y es que el entramado de la política exterior de una nación tarda muchos años en levantarse, y los defectos de su construcción pueden, perfectamente, manifestarse mucho tiempo después. De tal suerte que así como el Sahara fue el último problema de la política exterior del franquismo -y aún lo sigue siendo-, Gibraltar va a constituirse en el primer gran problema de la política exterior de la democraica.Porque a partir de ahora no podrá hablarse de Gibraltar sin nombrar a Marruecos, y de nuevo "agradecer" a los arquitectos del franquismo el legado de su miopía. No es un secreto para nadie, como el mismo Hassan II ha manifestado recientemente, que "a un Gibraltar español tendrá que corresponderle la devolución al vecino Marruecos de las plazas africanas de soberanía española". El argumento del monarca aluita de que "la misma potencia no puede dominar las dos entradas del Estrecho" es una simple coartada que no oculta el verdadero deseo de Hassan II: llegar a hacer realidad su idea de un gran Magreb.

Precisamente, en estos días hemos oído en el Congreso, con motivo de las declaraciones sobre el Sahara, que Marruecos pactó la congelación de sus peticiones sobre Ceuta y Melilla a cambio de que el último Gobierno de Franco firmase los acuerdos tripartitos. Esta grave afirmación deja en claro la intención marroquí de reivindicar las plazas africanas de aquí a un número indeterminado de años. Esos teóricos "años" hacen que nos hallemos ante una bomba de tiempo que tiene su sistema de relojería ajustado sincrónicamente con la marcha de las negociaciones españolas sobre Gibraltar.»

15 marzo

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