Tribuna:Las dificultades y la estrategia de UCD

Razones de la crisis

La diferencia específica entre los regímenes totalitarios y los democráticos, reside en la forma de operar las fuerzas políticas. En los regímenes totalitarios, como el de Franco, las fuerzas políticas subyacían bajo una serie de apariencias formales y en el fondo, la situación real seguía intacta.Cuando Suárez tomó el poder para realizar el proceso rupturista, siguió la misma fórmula que Serrano Súñer allá en las postrimerías de la guerra civil, consistente en unificar en un solo conglomerado las fuerzas políticas, para así gobernar de una forma más eficaz y más practicable. Para esta función...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La diferencia específica entre los regímenes totalitarios y los democráticos, reside en la forma de operar las fuerzas políticas. En los regímenes totalitarios, como el de Franco, las fuerzas políticas subyacían bajo una serie de apariencias formales y en el fondo, la situación real seguía intacta.Cuando Suárez tomó el poder para realizar el proceso rupturista, siguió la misma fórmula que Serrano Súñer allá en las postrimerías de la guerra civil, consistente en unificar en un solo conglomerado las fuerzas políticas, para así gobernar de una forma más eficaz y más practicable. Para esta función, Suárez acogió en la operación del Centro una serie de grupos que se desgajaron de sus troncos ideológicos: liberales, demócratacristianos y socialdemócratas, y con estas disidencias consiguió Suárez formar la hoy Unión de Centro Democrático.

Más información

Las democracias, a diferencia de los regímenes totalitarios, albergan dentro de sí una dialéctica propia, y los esquemas formales saltan a la menor discrepancia de forma tan espectacular como la que se está produciendo en la actualidad en la UCD. Intentar meter en el mismo envase la socialdemocracia, el liberalismo y la cristianodemocracia, es una tarea imposible. Pueden, de hecho, existir alianzas electorales y poselectorales, pero no fusiones de entidades ideológicas tan diversas,

La política española, hoy ,carece de objetivos, y el Gobierno marcha nacional e internácionalmente a la deriva.

Dos opciones viables

En el horizonte político contemporáneo hay solamente dos opciones viables para la evolución política española: la opción occidental de la economía de mercado y la opción socialista de economía de Estado. Una vez optado por el sistema liberal de economía de mercado, el Gobierno debe dar los pasos oportunos para asegurarse lo que es la base primigenia de una economía de estas características, que es la confianza en la inversión y las garantías del empresario. El hablar de un Gobierno de concentración nacional lleva dentro de sí una doble contradicción; por un lado, se introduce una serie de elementos irreconciliables: socialismo y economía libre, y, por otro, se le priva al país de la nitidez de una opción socialista que puede ser, en última instancia, otra alternativa nacional.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La crisis no se resuelve con un Gobierno de concentración, sino con una política decidida de un Gobierno capaz de acometer nuestros problemas estructurales: en primer lugar, Ja reforma económica. Una reforma económica es un conjunto de medidas destinado a renovar los excesos e incentivar los sectores deficitarios, con objeto de producir un equilibrio. Por el contrario, una serie de declaraciones más o menos demagógicas y sólo hilvanadas por el vago deseo de agradar, no ya a las masas, sino a la clase política de la izquierda, no conducen más que al desconcierto y, en última instancia, al deterioro de la confianza en un sistema económico. El capitalismo moderno no es ajeno a una fuerte carga impositiva y, de hecho, el empresario está deseoso de conocer cuál es esa estructura impositiva que el Gobierno español le tiene reservada. Pero el retenerlo por más tiempo en la incertidumbre no conduce más que a retraer el ánimo de inversión y, por tanto, a originar desempleo adicional.

El Gobierno no parece tener en su horizonte más que dos interlocutores: la banca y la izquierda política. La banca, cuya función primaria en estos últimos años ha estado vinculada a una rugulación de la política crediticia y a la creación de un mercado escaso de dinero, y la izquierda política, necesitada de asistencias más concretas que la pura declaración de que tienen que pagar los ricos, o que se tienen que investigar las cuentas bancarias.

Autonomías: se hacen concesiones

El segundo tema crucial es el de las autonomías. Las negociaciones que se realizan, tanto con Tarradellas como con otros sectores del país, no son tales negociaciones, sino puros esquemas de concesiones realizadas en virtud de un tira y afloja en el quejas partes no exponen las razones fundamentales ni la política de las ideas, sino que todo sucede a hurtadillas en los pasillos como en las mejores épocas del franquismo.

Suárez se adentra en estas disquisiciones autonómicas sin esperar a que el Parlamento aventure un juicio sobre tema tan vital. ¿No va a producir esto un trauma en el país? La crisis se alimenta del desconcierto, ¿y cómo no va a desconcertar un equipo que al mismo tiempo no se atreve a dar la amnistía? La crisis es, pues, de Gobierno, no es estructural: sólo sectores interesados pueden querer una crisis profunda.

Hay hombres que han sído designados en la Historia para liquidar un régimen caduco, pero no están facultados para inaugurar una nueva etapa política, porque para esta función hace falta un bagaje totalmente distinto; un cierto sentido creador y un diseño del futuro político que: permitan construir una sociedad moderna. Son pocos los hombres o los equipos, que tengan ideas claras sobre dónde debe dirigirse una sociedad y, desgraciadamente, entre nosotros, esto aún se manifiesta con mayor claridad, porque aún nadie ha podido dirigirse al país con el sosiego y profundidad que requiere una política así. Hemos vivido políticamente al día cara al apresuramiento de una democracia colada de rondón, sin el planteamiento radical definitivo, objetivo y sereno que una nueva etapa histórica requiere.

Ante esta crisis de confianza, no hay más alternativa que la de otear el panorama político y dar paso a figuras, equipos y programas con capacidad de restaurar el proceso auténticamente renovador.

Archivado En