Giscard apela a la unidad de la "mayoría" en un discurso preelectoral y triunfalista

El presidente de la República Francesa, Valery Giscard d'Estaing, ayer noche, en Carpentras (Provence), abrió la campaña por las legislativas de marzo de 1978, con un caudaloso discurso electoral de tres cuartos de hora que fue transmitido por la radio y televisión estatales y del que, desde hace tres semanas, los servicios propagandísticos del palacio del Elíseo habían exaltado la «importancia nacional». El presidente hizo un llamamiento a los partidos de la mayoría para que realicen la unión, resaltó su papel de garante de las instituciones, «que se mantendrán», sea cual fuere el resultado d...

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El presidente de la República Francesa, Valery Giscard d'Estaing, ayer noche, en Carpentras (Provence), abrió la campaña por las legislativas de marzo de 1978, con un caudaloso discurso electoral de tres cuartos de hora que fue transmitido por la radio y televisión estatales y del que, desde hace tres semanas, los servicios propagandísticos del palacio del Elíseo habían exaltado la «importancia nacional». El presidente hizo un llamamiento a los partidos de la mayoría para que realicen la unión, resaltó su papel de garante de las instituciones, «que se mantendrán», sea cual fuere el resultado de las legislativas. Y, al abordar el problema europeo, se manifestó dispuesto a ayudar a España, Portugal y Crecía, para que entren en el Mercado Común, «pero Francia no piensa perjudicar a sus agricultores».

Anoche, en Carpentras, ante un público adicto, que lo aplaudió con frecuencia, no faltó ninguno de los elementos específicos de la arenga electoral; durante 45 minutos el jefe del Estado francés practicó la autosatisfacción por su política interior y exterior, contrastando con el malestar que reina actual mente en su mayoría gubernamental, con los problemas graves que se plantea la oposición y con la inquietud del millón y medio de parados, consecuencia de la crisis económica: «Francia acabará con la inflación y con la crisis al final de este año», afirmó después de haber informado a sus conciudadanos de que, tras sus últimas reuniones con los «grandes» de este mundo «podemos estar orgullosos de ser franceses».Este discurso, que según una oficina de propaganda creada recientemente por los servicios del Elíseo (Asociación para la Democracia), parece va a ser grabado y distribuido en discos, lo dividió en tres partes: problemas franceses, Francia en el mundo, y porvenir.

Por lo que se refiere a la política interior, los peligros de la crisis, atizados los últimos meses por el movimiento gaullista RPR, en opinión del señor Giscard han desaparecido. «El cielo se ha aclarado», dijo, y esto gracias a las instituciones de la V República que, precisamente, son el caballo de batalla de los gaullistas, quiso resaltar implícitamente. En el plano económico, «Francia está encontrando él equilibrio» y los problemas pendientes encontrarán solución a lo largo del segundo semestre, del año en curso: «Nunca -aseguró el jefe del Estado- en un período de crisis se ha realizado tanta justicia social»; a los repatriados que viven en esta región de Provence les prometió una ley que les garantizará las indemnizaciones pendientes desde que tuvieron que abandonar Argelia.

Al abordar los comicios de marzo del 78 el presidente se manifestó seguro de la victoria de la derecha y reclamó tres condiciones para que así se cumplan sus deseos.

Primera: una buena política, es decir, saneamiento económico; segunda: buena organización de la mayoría, es decir, unión de todos los partidos que la integran y también que a ellos se unan todos los franceses «dispuestos a luchar por las libertades». Sobre el problema capital de la unión de la mayoría el señor Giscard dijo bien alto dirigiéndose implícitamente al líder gaullista Jacques Chirac que «el acuerdo que debe unir a todos los partidos será realizado en torno al primer ministro, Raymond Barre, jefe natural de esa mayoría»; teniendo en cuenta la posición radical del alcalde de París sobre esta cuestión del liderazgo de la derecha, que él recaba para sí mismo, será interesante, hoy probablemente, conocer su reacción. También propuso un programa común que el alcalde de París rechaza igualmente.

El presidente, careando las críticas de los gaullistas y de la oposición, sobre su papel en tanto que jefe del Estado, recordó lo que viene repitiendo desde que la oposición de izquierdas «amenaza» con la victoria en las legislativas:

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«Tengo la responsabilidad política suprema de Francia y la ejerceré; vigilaré para que las instituciones no sean modificadas y, llegado el momento que yo considere oportuno, les diré a los franceses cuál será el voto bueno.

«Francia ocupa un puesto digno en el mundo y es respetada y escuchada». El presidente censó su labor en favor de la convivencia de todos los pueblos, empezando por resaltar su papel de iniciador del «diálogo Norte-Sur». Describió a Francia como el primer trabajador por la «unión de Europa» y, en este momento, para reconfortar a los agricultores del sur francés, evocó la ampliación del Mercado Común: «Hay países que desean entrar en la Comunidad y Francia les ayudará, pero no perjudicará a sus agricultores (aplausos). Para esto pediremos una reforma del Mercado Común agrícola y, ayer mismo, el señor Barre envió un memorándum a Bruselas en tal sentido.» Como el presidente, sobre esta cuestión, se han expresado las últimas semanas todos los líderes de la oposición de izquierdas de igual manera que el alcalde de París, señor Chirac.

Porvenir de Francia: más allá de las elecciones, el presidente francés se presentó como «la encarnación de la unidad nacional», amenazada, en su opinión por el «programa común» de la izquierda, que intenta dividir más profundamente aún la Francia que la última elección presidencial dejó dividida en dos partes opuestas.

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