Una fuerza hegemónica

El Partido Socialista logró una gran victoria en las ocho provincias andaluzas, subdesarrolladas e ingobernables, de las que numerosos miembros del partido, incluido Felipe González, son originarios. El Partido Socialista se ha convertido en la fuerza predominante en los sectores españoles más políticamente militantes y peor representados numéricamente -las grandes ciudades, las regiones catalanas que desean su autonomía y las provincias vascas-.Por el contrario Suárez, quien declaró que esperaba conseguir una mayoría de escaños en el Congreso, no logró alcanzar el número deseado, a pesar del ...

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El Partido Socialista logró una gran victoria en las ocho provincias andaluzas, subdesarrolladas e ingobernables, de las que numerosos miembros del partido, incluido Felipe González, son originarios. El Partido Socialista se ha convertido en la fuerza predominante en los sectores españoles más políticamente militantes y peor representados numéricamente -las grandes ciudades, las regiones catalanas que desean su autonomía y las provincias vascas-.Por el contrario Suárez, quien declaró que esperaba conseguir una mayoría de escaños en el Congreso, no logró alcanzar el número deseado, a pesar del sistema de representación proporcional creado por su mismo Gobierno y que favorece al partido mayoritario representando con creces a las conservadoras áreas rurales donde su Unión del Centro Democrático alcanzó numerosos votos.

La asombrosa actuación de los socialistas, fue un tributo silencioso al socialismo internacional de Willy Brandt y al Partido Social Demócrata alemán de Helmut Schmidt, quienes dieron al partido de Felipe González, consejos, prestigio en los círculos socialistas europeos y probablemente fondos.

Desde hace varios meses se ha comentado en medios diplomáticos la posibilidad de que la Democracia Social Alemana estuviera corriendo un riesgo al apoyar a González. Se ha hablado y se habla todavía, de la «base militante» del socialismo español y de que el partido, que anteriormente fue el másnumeroso en España, tenía una herencia de radicalismo.

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Schmidt jugó sus cartas en la Península Ibérica con anterioridad cuando apoyó a Mario Soares contra los comunistas portugueses, a pesar de que incluso el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, creía que todo estaba perdido. Soares, actualmente es primer ministro de un país relativamente estable y avanza hacia una socialdemocracia.

Los socialistas de Felipe González no querían ganar esta primera elección. Una gran victoria socialista, podría haber provocado a los militares de la extrema derecha y el partido tendría que hacerse cargo del caos económico que Suárez heredó del franquismo.

La posición de Felipe González, sin duda alguna el líder de su partido, es perfecta para lograr los cambios fundamentales necesarios en España, sobre todo las elecciones municipales que no pueden demorarse mucho tiempo; si su partido se aleja de la retórica marxista y avanza hacia la socialdemocracia, Schmidt habrá ganado nuevamente una victoria en la Península Ibérica.

20 junio 1977

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