Editorial:

El orden

ESTE GOBIERNO tiene reflejos condicionados en cuanto pone la mano sobre el tema del orden público. Ni en la naturaleza ni en las sociedades humanas el orden tiene algo que ver con lo estático, lo quieto, lo muerto o la paz de los sepulcros que es la suprema expresión de cierta forma medrosa de entender el orden.La triste realidad es que manifestaciones autorizadas no suelen degenerar en disturbios, y que en cambio éstos se producen cuando se quieren impedir por la fuerza. Nosotros creemos que la calle debe estar tranquila, pero hay maneras de irritarla y este país es mayor de edad, y no quiere...

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ESTE GOBIERNO tiene reflejos condicionados en cuanto pone la mano sobre el tema del orden público. Ni en la naturaleza ni en las sociedades humanas el orden tiene algo que ver con lo estático, lo quieto, lo muerto o la paz de los sepulcros que es la suprema expresión de cierta forma medrosa de entender el orden.La triste realidad es que manifestaciones autorizadas no suelen degenerar en disturbios, y que en cambio éstos se producen cuando se quieren impedir por la fuerza. Nosotros creemos que la calle debe estar tranquila, pero hay maneras de irritarla y este país es mayor de edad, y no quiere ver unos gobernantes agazapados ante la amenaza. Ni mucho menos unos gobernantes temerosos del comportamiento de sus ciudadanos. Si el pueblo es tan admirable y maduro como el Gobierno proclama, no debe ser temido ni humillado.

El presidente Suárez debe subirse a la cresta de la ola, recuperar la iniciativa política, declarar el luto nacional y presidirla gran manifestación de duelo. Regar la calle de guardias y no hacer nada más es lo peor que se le podía haber ocurrido. La fuerza pública debe ser severa y lúcida en sus actuaciones en momentos como el presente. Debe ser respetada más que temida. No hay un sólo partido político importante ni una sola organización sindical de peso que estén dispuestos a llevar a este país al caos. Ya han sido hechas públicas las instrucciones que la COS ha dado para evitar «toda acción en la calle» en estas fechas. Por eso, impedir que una profesión respetable rinda homenaje a sus víctimas en la sede del Colegio de Abogados, pretender ocultar los cadáveres y escurrir el bulto es tirar la toalla cuando no hay razones para ello.

El orden en la calle se mantiene combatiendo a quienes lo destruyen, no garantizando el tráfico rodado en las ciudades; el orden se salvaguarda averiguando quién concede tantos permisos de residencia a extranjeros de dudosa solvencia moral y reclamados por sus respectivos Gobiernos, controlando el armamento que con tanta facilidad es usado en este país (¿pero es que está al alcance de cualquiera disponer de metralletas con silenciador?); en una palabra, el orden se consigue convocando a los ciudadanos, no arrinconándolos.

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Pero el orden es responsabilidad también de los mismos ciudadanos. La confianza que el Gobierno debe depositar en ellos ha de ser correspondida por la ausencia de algaradas. Las organizaciones de trabajadores y los partidos políticos deben ser conscientes de ello y ayudar a que cuantas demostraciones públicas de dolor y protesta se hagan tengan lugar en el silencio y el orden que el respeto a las víctimas y el respeto a España merecen.

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