Intensa sesión legislativa de unas Cortes decadentes

El último Pleno de las Cortes celebrado en 1976, en el que se aprobaron ocho proyectos de ley, incluido el de Presupuestos Generales del Estado para el año próximo, ofreció el espectáculo de una Cámara legislativa casi vacía falta de un mínimo interés por los temas objeto de debate.La sesión -que duró en total unas cinco horas- constituyó una sucesión de discursos, con votaciones prácticamente unánimes intercaladas entre ellos. Dos ministros, los de Hacienda e Industria, no consiguieron elevar con sus intervenciones el tono ni la atencion del hemiciclo.

La mayoría de los escasos procura...

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El último Pleno de las Cortes celebrado en 1976, en el que se aprobaron ocho proyectos de ley, incluido el de Presupuestos Generales del Estado para el año próximo, ofreció el espectáculo de una Cámara legislativa casi vacía falta de un mínimo interés por los temas objeto de debate.La sesión -que duró en total unas cinco horas- constituyó una sucesión de discursos, con votaciones prácticamente unánimes intercaladas entre ellos. Dos ministros, los de Hacienda e Industria, no consiguieron elevar con sus intervenciones el tono ni la atencion del hemiciclo.

La mayoría de los escasos procuradores presentes en el palacio de la Carrera de San Jerónimo, algunos de ellos miembros del Gobierno, distribuyeron su tiempo entre los pasillos y el bar de las Cortes. En unos y otros la mayor expectación la produjo el presidente Suárez, que conversó animadamente sobre algunos temas de actualidad política, entre ellos su traslado al palacio de la Moncloa, nueva sede de Presidencia.

En el aspecto legislativo, la sesión ofreció el fruto de dos proyectos de ley de gran importancia -la ley general Presupuestaria y los Presupuestos Generales del Estado para 1977-, así como de otros sobre temas políticos y económicos, de entre los que destaca la ley sobre el Fomento de la Minería y la ley sobre la Producción Forestal.

El ministro de Hacienda, por su parte, no ofreció, contra lo que se esperaba, un plan de remedios concretos para la grave situación económica qué atraviesa el país.

Por lo demás, las defensas respectivas de los proyectos de ley, a cargo de unos ponentes que no tenían apenas oradores ni oponentes parlamentarios, resultaron desvaídas y en algunas ocasiones excesivamente extensas y prolijas. En todo caso, carentes de mordiente y poco comprometidas. Con la problemática real de los españoles, hubo algún orador, el ex alcalde de Barcelona, señor Viola, que empleó en demasía el latín, precisamente para defender el uso en el Registro Civil de los nombres en lenguas vernáculas.

El casi desierto hemiciclo aplaudió convencionalmente las intervenciones, sin tomar posición sobre las respectivias tesis defendidas, siempre en apoyo del proyecto legislativo gubernamental. En definitiva, una sesión rutinaria, como en las mejores épocas de las Cortes franquistas, con la diferencia de que ahora el horizonte político del país va por otro camino.

Información en págs. 9 y 35

Editorial en pág. 6

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