Editorial:

Gobierno-Oposión: una posibilidad de negociar

LA RECIENTE visita de los representantes democristianos a Castellana, 3 y la formación de una comisión de la Oposición para negociar con el Gobierno constituyen dos noticias políticas que conviene analizar a fondo. A primera vista se abre una puerta a la esperanza de que, por fin, Gobierno y Oposición comprendan que están condenados a entenderse en beneficio mutuo y del país en general.La fórmula de una comisión representativa que abarca el grueso del abanico político de la Oposición democrática presenta, en una primera impresión, ventajas evidentes para las dos partes. E71 Gobierno consigue c...

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LA RECIENTE visita de los representantes democristianos a Castellana, 3 y la formación de una comisión de la Oposición para negociar con el Gobierno constituyen dos noticias políticas que conviene analizar a fondo. A primera vista se abre una puerta a la esperanza de que, por fin, Gobierno y Oposición comprendan que están condenados a entenderse en beneficio mutuo y del país en general.La fórmula de una comisión representativa que abarca el grueso del abanico político de la Oposición democrática presenta, en una primera impresión, ventajas evidentes para las dos partes. E71 Gobierno consigue con ella tener enfrente a fuerzas políticas reales, con parte de las cuales se había limitado, hasta ahora, a conversar. Para la Oposición supone sentar el principio de nolexclusión de ninguno de sus componentes poÍafírmaciones dogmáticas o reminiscencias de etapas históricas ya cerradas, al tiempo que permite a cada uno de sus grupos ocupar su verdadero puesto en el espectro político, sin necesidad de tener que desempeñar papeles que no le corresponden.

Este balance positivo no puede, sin embargo, hacer olvidar las incertidumbres que amenazan todavía a la ope~ ación. Un breve repáso a la historia política de los últimos meses muestra cómo, desde los primeros y tímidos intentos del Gobierno. Arias hasta hoy, se ha recorrido muy lentamente un corto camino que hubiera podido andarse-mucho más aprisa. Claro que para ello el Poder debía-haber probado una auténtica voluntad negociadora, y la Oposición una mayor tolerancia doctrinal y realismo táctico. Todo ha sido como una representación poco afortunada: aunque el desenlace era presentido por todos, los pacientes espectadores han sido obligados a presenciar una acumulación de episodios innecesarios.

El Gobierno ha terminado de pactar la reforma con el franquismo; quizá considere ahora que la democracia debe negociarse con la Oposición. Ello le obliga a encarar el diálogo seriamente, y no con el propósito de ganar tiempo, así como a aceptar que no le corresponde a él sino a la Oposición y, en último lugar, a todos los españoles, el derecho a poner bolas negras a los componentes de la, comisión negoc"adora. L-a-Oposición hará bien, por su parte, en entender que hasta- ahora la inicia:tiva-la ha llevado el Gobierno y que seríá peligroso imponerle exigencias basadas en protagonismos o personalismos improcedentes.

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Queda, pues, camino por recorrer y sería prematuro hacerse excesivas ilusiones. Aun cuando este primer paso se franqueara a satisfacción de todos, quedarían en pie los problemas de la negociación propiamente dicha entre el Gobierno, con su inclinación a la prepotencia, y una Oposición a la qu.e sus bases sociales no permitirán fácilmente una excesiva separaiJión de sus declaraciones de principio.

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