Alemania Federal no cambiará su política exterior

Un eventual cambio en la política exterior alemana resulta, en las actuales circunstancias casi imposible. Semejante variación en el caso del área del Mediterráneo es también poco probable, lo que sin duda no excluye algunas rectificaciones de carácter general.Según los programas de los partidos mayoritarios la plena integración política europea constituye el primer objetivo de esta política. A punto seguido viene el fortalecimiento de la OTAN bajo la égida de Estados Unidos y la consecución de una política de coexistencia y distensión con los países del Este. La ayuda al Tercer Mundo es el cu...

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Un eventual cambio en la política exterior alemana resulta, en las actuales circunstancias casi imposible. Semejante variación en el caso del área del Mediterráneo es también poco probable, lo que sin duda no excluye algunas rectificaciones de carácter general.Según los programas de los partidos mayoritarios la plena integración política europea constituye el primer objetivo de esta política. A punto seguido viene el fortalecimiento de la OTAN bajo la égida de Estados Unidos y la consecución de una política de coexistencia y distensión con los países del Este. La ayuda al Tercer Mundo es el cuarto principio.

En el primero de estos objetivos prioritarios la cuestión de la llamada «Europa meditérranea» tiene para los alemanes gran significación. La República Federal es partidaria, me decía ayer una alta personalidad de la Cancillería, de potenciar sus esfuerzos en el seno de la Comunidad Europea para impulsar los acuerdos escalonados entre los pequeños países del área y las grandes potencias económicas.

Con respecto al tema de la eventual presencia comunista en algunos Gobiernos del Mediterráneo, la misma personalidad me aseguró que ciertas declaraciones del canciller Schmidt a la prensa americana habían sido muy mal interpretadas. El canciller no amenazó jamás con cortar el apoyo económico a Italia si Berlinguer formaba parte del Gobierno. Lo que se advirtió fue que, de producirse semejante cosa, la República Federal revisaría su política con respecto a Italia, lo que no significa la retirada del apoyo económico. Schmidt acusó, por ejemplo, a los democristianos italianos de haber potenciado el avance comunista con su política.

Y aunque ni el canciller ni sus colaboradores confíen demasiado en la sinceridad de las hipótesis propugnadas por el eurocomunismo, no excluyen que algunos partidos occidentales se hayan sacado de encima la obediencia ciega a la Unión Soviética, lo que constituye un hecho positivo.

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