Editorial:

En Alemania, equilibrio y libertad

ALGUNAS VOCES interesadas han vuelto a hacerse oír en España y en otros países a propósito de los resultados de las elecciones alemanas. Era de esperar. Ya con la derrota de Palme en Suecia, el derechismo imperial empezó a entonar sus himnos triunfales, mezcla residual de picardías y simplezas.Una observación objetiva de lo ocurrido en Alemania hasta para comprobar que ha sido el liberalismo de centro, es decir, todo lo que ese liberalismo comporta de pragmatismo no ideológico, el que ha prevalecido en las elecciones. El 90 por 100 del electorado se ha pronunciado por un programa de equilibrio...

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ALGUNAS VOCES interesadas han vuelto a hacerse oír en España y en otros países a propósito de los resultados de las elecciones alemanas. Era de esperar. Ya con la derrota de Palme en Suecia, el derechismo imperial empezó a entonar sus himnos triunfales, mezcla residual de picardías y simplezas.Una observación objetiva de lo ocurrido en Alemania hasta para comprobar que ha sido el liberalismo de centro, es decir, todo lo que ese liberalismo comporta de pragmatismo no ideológico, el que ha prevalecido en las elecciones. El 90 por 100 del electorado se ha pronunciado por un programa de equilibrio económico y social, cuyos capítulos básicos son compartidos por el Partido Socialdemócrata, la Unión Demócrata Cristiana y el Partido Liberal. En ese aspecto se puede decir que se ha impuesto el deseo de conservar no sólo la mantequilla, sino también la democracia que ha producido la mantequilla, por encima del propósito de innovar o de corregir la democracia, que no confiesa, pero sí deja traslucir Strauss. Por eso, el FDP de Genscher, cuya supervivencia ha dependido siempre de su capacidad de interpretar a tiempo la realidad, ha elegido el camino de la coalición con la socialdemocracia. Probablemente, Genscher y el presidente Scheel, patrones del FDP y conservadores sin tacha, no tendrían ningún inconveniente en aliarsecon la Unión Democristiana, y que además ha ganado votos, mientras Schmidt los perdía. Si no lo hacen es, justamente, porque Köhl se ha presentado al lado de Strauss, esto es, porque ha mezclado -o confundido- el equilibrio con la cuerda floja. La inseguridad, la ruleta política, es la que ha perdido las elecciones, y este hecho habrá de redundar en beneficio de todo el continente, incluida España.

De las urnas alemanas se puede sacar otra enseñanza importante. La socialdemocracia, el liberalismo y en parte la democracia cristiana han triunfado en las regiones más desarrolladas del país, allí donde el electorado tiene mucho que conservar y, en consecuencia, mucho que perder. La prosperidad vota hoy por la moderación, pero también vota por las libertades; y eso es posible porque la idea de libertad ya no es una idea de aventura en Europa, sino todo lo contrario. Quizá el SPD tenga que reajustar ahora algunos mecanismos de sus proyectos económicos -los necesarios para preservar el nivel de seguridad social dentro de una economía sana-, e incluso acentuar la represión en ciertas zonas de la extrema izquierda, también para satisfacer ese afán de seguridad a ultranza, que a todos, derechistas e izquierdistas, caracteriza en Alernania. Pero lo que no podrá modificar es la base de una democracia aceptable, porque eso equivaldría precisamente a lanzarse a la aventura.

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