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El caso "Justicia y Paz"

La comisión nacional Justicia y Paz, institución de la Iglesia española, vive un momento grave y difícil. Está en silencio. Está congelada. Está pendiente de nombramientos y actúa con unos estatutos provisionales. La actualidad del caso se debe a que hoy se reúne la comisión permanente del Episcopado y en el orden del día de la reunión figura un aparentemente diluido punto nueve denominado «nombramiento de careos nacionales». en el que debe tratarse y decidirse sobre quiénes desempeñarán la Presidencia y la Secreta ría de Justicia y Paz.El pleno de Justicia y Paz, de acuerdo ...

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La comisión nacional Justicia y Paz, institución de la Iglesia española, vive un momento grave y difícil. Está en silencio. Está congelada. Está pendiente de nombramientos y actúa con unos estatutos provisionales. La actualidad del caso se debe a que hoy se reúne la comisión permanente del Episcopado y en el orden del día de la reunión figura un aparentemente diluido punto nueve denominado «nombramiento de careos nacionales». en el que debe tratarse y decidirse sobre quiénes desempeñarán la Presidencia y la Secreta ría de Justicia y Paz.El pleno de Justicia y Paz, de acuerdo con los estatutos vigentes, elaboró en su día una primera terna que encabezaba Gregorio Peces Barba, pero, al no aceptar éste su inclusión en la terna elegida, hubo de reunirse nuevamente para confeccionar otra terna de presidente y terna de secretario, que elevaron a la comisión episcopal de Apostolado Social y sobre las que decidirá la comisión permanente. Y aquí se producen los interrogantes graves y preocupantes: ¿rechazo de ternas?, ¿nombramiento selectivo del presidente o secretario no en la línea deseada por el pleno. de Justicia y, Paz?. ¿se dejará el terna pendiente para otra reunión por falta de tiempo?. ¿se verá el tenia afectado por la postura concordatarla de la Iglesia española en este momento de tan magníficas relaciones con los poderes políticos?

En la situación actual del país y de la Iglesia el tema de'los nom.bramientos para estos cargos constituye un test para el Episcopado. Un test de libertad, de independencia, de profecía y e democracia o de respeto a la voz del pleno. Posiblemente sea éste el asunto cumbre que tratará la permanente, contemplado desde la perspectiva de las repercusiones de lo religioso y de lo eclesiástico en la vida social y política del Estado español hoy.

Justicia y Paz ha sido una de las grandes esperanzas de la Iglesia católica española de estos años, tanto por su papel en abstracto como por el servicio en concreto que ha prestado en nuestro país.

Justicia y Paz surge, como explican perfectamente sus estatutos, para «contribuir a la creación y a la educación de la conciencia de los hombres, según los principios cristianos, a fin de que lleguen a asumir personal y colectivamente un compromiso responsable en orden a la promoción liberadora de todos los hombres y pueblos en el campo de la justicia, del desarrollo y de la paz, especialmente, en España y'cara al Tercer Mundo».

En concreto, en España es impresionante considerar cómo con total ausencia de medios y contando con la fuerza y espíritu de un grupo pequeño de personas ha dado una nueva imagen de la Iglesia, de encarnación con los problemas de los hombres, de compromiso con los pobres, con los perseguidos, con los encarcelados; han practicado un Evangelio auténtico, quizá han, hecho cristianismo como ninguna otra institución en ese ser y no ser del mundo. Su denuncia profética de la injusticia, la lucha por las libertades, la gran campaña pionera de la amnistía, su defensa de los derechos humanos, su llamada constante a la paz... Y aunque toda esta labor ha sido obra de un equipo, justo es destacar el mérito muy.especial de sus directivos,. Joaquín Ruiz-Giménez como presidente y Juan José Rodríguez Ugarte como secretario.

Y todo ello trabajando frente a las censuras del poder que no ha tenido inconveniente en montar campañas difamatorias en su contra o con la incomprensión de algunos cristianos que no han entendido y apoyado'su papel realmente evangélico que denunciaba la cómoda instalación en los bancos de la Iglesia o en los sillones de la sociedad. Todo ello, incluso con la reticencia de la Iglesia jerárquica, con la oposición en ocasiones de la jerarquía, a veces con el enfrentamiento incluso. Un dato exageradamente llamativo lo constituye el hecho de que en la mayor parte de las diócesis, los obispos no han creído oportuno constituir las correspondientes comisiones, ni uchosde ellos oponiéndose radical y abiertamente.

En esta hora, de, la renovación los términos del problema se agravan porque, en primer lugar, va a ser una decisión jerárquica. Con ser ya grave el hecho de tanto autoritarismo o tanta jerarquización en la Iglesia, quizá lo es más el juicio negativo que a la mayor parte del Episcopado le han merecido en estos años los criterios, las manifestaciones públicas y las decisiones de acción concreta de Justicia y Paz. Particularmente conflictiva fue la pobre petición de indulto que formuló la conferencia Epis copal con motivo del Año Santo de la Reconciliación, cuando ya contaba con un año la profética y comprometida campaña pro amnistía de Justicia y Paz. Ciertamente luego se ha rectificado, corregido y ampliado el planteamiento eclesial -quizá fruto de los cambios ocurridos en el poder y en las peticiones ciudadanas.

En segundo lugar tememos que la decisión sea política, es decir, que los nombramientos recaigan sobre hombres de prudencia política con actitud de subordinación a la jerarquía, hombres no peligrosos, hombres de la ortodoxia más que de la ortopraxis. Decisión política probablemente muy influida o influenciada por la burocracia eclesial, nuestros colegas sacerdotes-funcionarios, que en nombre de la verdad y la doctrina extienden patentes de fiabilidad para que la jerarquía decida y se pronuncie sobre hombres seguros.

Insistiendo y matizando más esta idea diríamos, en tercer lugar, que estamos preocupados porque los nombramientos. no se vayan a hacer tal vez con criterios proféticos, libres, humildes.

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