Editorial:

El poder no contesta

LOS PERIODISTAS tenemos un prejuicio inevitable sobre la relativa veracidad de las referencias oficiales emitidas tras los consejos de ministros. No creemos que mientan, por supuesto, pero da la impresión de que, como las estadísticas, contribuyen a ocultar la verdad. Durante largos años, el pueblo español tuvo que contentarse, tras cada reunión ministerial, con esa referencia oficial y escasamente informativa. Por ella el país tenía conocimiento de que los señores ministros habían deliberado prolongadamente sobre la incidencia de la sequía en la pera limonera, la concesión de un crédito extra...

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LOS PERIODISTAS tenemos un prejuicio inevitable sobre la relativa veracidad de las referencias oficiales emitidas tras los consejos de ministros. No creemos que mientan, por supuesto, pero da la impresión de que, como las estadísticas, contribuyen a ocultar la verdad. Durante largos años, el pueblo español tuvo que contentarse, tras cada reunión ministerial, con esa referencia oficial y escasamente informativa. Por ella el país tenía conocimiento de que los señores ministros habían deliberado prolongadamente sobre la incidencia de la sequía en la pera limonera, la concesión de un crédito extraordinario a un pueblo de la Alpujarra para la traída de aguas o la desgravación fiscal a las importaciones de artesanía portuguesa.Más tarde se inauguró el sistema de que los periodistas fueran recibidos en el «salón americano» del Ministerio de Información, para escuchar la lectura de la referencia oficial de boca del ministro del ramo: luego se abría un turno de preguntas y la prensa tenía al menos oportunidad de demandar al ejecutivo sobre las cuestiones políticas del momento.

Un ministro de reciente y grata memoria para los periodistas llegó al virtuosismo en el natural realce que adquieren las preguntas llamadas «indiscretas». No las contestaba jamás porque no las podía contestar.

Reguera Guajardo recibió por primera vez a los periodistas con la noticia de que quedaban suspendidas las ruedas de prensa posteriores a los consejos ministeriales. Las razones del ministro no eran desdeñables. Vino a decir que el método informativo no era europeo, que resultaba escasamente práctico y que resultaba conveniente estudiar nuevas fórmulas de comunicación entre el Gobierno y la Prensa. A partir de ahí el tiempo histórico se mordió la cola y las redacciones de los periódicos volvieron a recordar los viejos modos: enviar al motorista a por la copia de la referencia. Ya no hay preguntas «impertinentes» ni respuestas evasivas. Volvemos a tener conocimiento de que los señores ministros han deliberado largamente sobre la catástrofe del pedrisco en Soria, la liberalización de importaciones de forrajeo la incidencia de la cosecha vitivinícola en la economía nacional.

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Las antiguas ruedas de prensa del «salón americano» puede que resulten desfasadas. Es muy posible. Pero este Gobierno no ha inventado aún nada mejor, y el país se ha quedado a la media, abstrusa y aburrida luz de unos papelitos oficiales redactados con burocratismo, recibidos con desgana, publicados con rutina y pasto de lectura para desocupados.

Pensamos que como poco -y no es pedir mucho- el país tiene derecho a saber qué es aquello sobre lo que el Gobierno no tiene contestación. Ese es el derecho adquirido y ahora cambiado por nada. Precisamente en tiempos que nos hablan de apertura, evolución, democracia y todo lo demás.

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