Tribuna:TRIBUNA LIBRE

El "desmadre" de las regiones

La expresividad de la palabra exime de cualquier necesidad de disculpa, por la utilización de tan cotidiano término coloquial. El hecho es que Io ponen en boca de uno de los líderes de un importante partido político (todavía ilegal) español. Y podría interpretarse como la benevolente comprensión de alguna travesura periférica a la que parece que estemos asistiendo.Sin ningún ánimo de mediar en polémicas internas que poco importan, tal manifestación contiene la suficiente carga de representatividad como para concederle el valor que merece: la política en España se ha hecho, se hace y se hará en...

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La expresividad de la palabra exime de cualquier necesidad de disculpa, por la utilización de tan cotidiano término coloquial. El hecho es que Io ponen en boca de uno de los líderes de un importante partido político (todavía ilegal) español. Y podría interpretarse como la benevolente comprensión de alguna travesura periférica a la que parece que estemos asistiendo.Sin ningún ánimo de mediar en polémicas internas que poco importan, tal manifestación contiene la suficiente carga de representatividad como para concederle el valor que merece: la política en España se ha hecho, se hace y se hará en Madrid y desde Madrid. Allí están los Ministerios, todos juntos, para que los españoles conozcamos la capital sin que los señores ministros tengan la necesidad de conocer España. Desde allí se intenta la acomodación de la realidad social al ideario político de los dirigentes. Desde allí se actúa por delegación hasta en el último rincón del Estado. Se planea, se decide y se ordena. En Madrid dicen, en Madrid piensan... «Madrid» es la esencia del Estado, del pueblo, de la oligarquía y de todo cuanto puede conformar a España. El resto son las "provincias", demarcaciones administrativas al único fin de hacer más ejercitable la delegación del poder.Y esto vale para los 40 años de franquismo y para la mayor parte de los partidos de la resistencia democrática, cuyo objetivo político, a poco que profundicemos, parece ser (con las correspondientes. excepciones) conquistar los ministerios para, a su vez, planear y efectuar la acomodación de la compleja realidad del país a su propio ideario político. Desde tales atalayas delegarán lo delegable para llevar su ideal transformación social hasta la más recóndita provincia. Descentralizarán lo necesario para mandar mejor y más fácilmente. Reconocer el poder regional, el sentir desde abajo, darse cuenta de que las regiones son la política y Madrid una región más donde se imprime el «Boletín Oficial del Estado», es algo más difícil, porque ello significa restar parcelas de poder a todo el que mande, esté en la, posición o en la oposición.Se objetará, y con razón, que difiere considerablemente un poder centralizado democráticamente elegido, de un poder centralizado autocrático. No voy a desdeñar esta distinción evidente y es clara mí preferencia por la primera de ambas posibilidades. Pero quisiera tan solo, en la madrugada de nuestra democracia, llamar la atención so bre unos hechos que considero de alguna importancia para conseguir una estructura democrática estable en nuestro país. El «desmadre» de la región es una rebelión primaria, sin otro objetivo inicial que dejar de ser «territorio conquistado», lugar de plasmación política de una voluntad ajena, casillero experimental en el tablero de la política, sin intervención alguna en el movimiento de los peones.

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Es una rebelión democrática, quizás la más democrática de cuantas rupturas pactadas España pueda acometer: devolver a cada unidad territorial a nivel regional (1), la posibilidad de acometer la propia dirección de sus asuntos públicos internos. Para ello será precisa una regulación constitucional adecuada, que reconozca claramente la autonomía regional, la autonomía municipal y quizás la de entes intermedios (¿comarcas?, ¿agrupaciones de comarcas?, ¿provincia?). Una autonomía cierta, basada en un poder efectivo que cuente con medios para llevar a cabo sus propias funciones. Estas serán delegadas en los asuntos cuya competencia sea propia del poder central, pero absolutamente independientes en los asuntos de su competencia, las cuales es evidente que deben ser establecidas por común acuerdo. En definitiva los estatutos de autonomía que hoy día, al menos teóricamente, la totalidad de la oposición solicita. Y es una rebelión inseparable de las libertades públicas de la democratización de todo el Estado. El problema es que quizás esta misma oposición todavía no ha captado en la práctica a nivel del Estado, lo que el hecho regional significa y va a significar en un futuro. Todos pretenden la organización de un Estado democrático ba sado en el pluralismo ideológico. Añadiría que esa misma España, estado multinacional y Estado multirregional, debería basarse en un «pluralismo institucional» para ser efectivamente democrática. Es decir, en la existencia de unas instituciones territoriales con Poderes ejecutivos efectivos (sobre las materias de su competencia) en cada municipio y con poderes ejecutivos y legislativos reales (sobre las materias de su competencia), en cada región que escogiera una vía autonómica. Creo que en este país la democracia pasa por la autonomía" lo cual no es un desafío a la unidad del Estado, sino un acercamiento real de los ciudadanos al poder a través de las posibilidades de gestión inmediata de los asuntos que más le conciernen.

Los partidos democráticos suelen sufrir (con las excepciones precisas) el mismo despiste que los 40 años de dictadura. La política sigue siendo Madrid. No dudo de la eficacia de una común dirección centralizada, pero, en nombre de ella, pretender dirigir la política del Estado o de un partido desde las alturas de una decisión uniforme, supone correr el riesgo de perderlas posibilidades que concede el conocimiento más inmediato de la realidad de cada sector y territorio. La tentación es fácil porque resulta más cómodo gobernar o, dirigir aplicando la política al «pueblo» que estudiando las necesidades reales y concretas de cada lugar para posteriorrnente elaborar una política. Este «pluralismo institucional» ;será ventajoso para aquellos parti dos que a corto y medio plazo difícilmente podrían llegar al gobierno del Estado, pero que sí podrán acceder como mayoría al gobierno de una región o de una ciudad. Se derivarían, por otra parte, dos defectos muy beneficiosos para el país: una sana competencia entre instituciones territoriales administrativas por diferentes ideologías políticas y la posibilidad de que quien nunca gobernó (la izquierda) tropiece también con el poder, bien que: fuese a escala local o regional, y sepa lo que es realizar una política práctica, una política de lo posible.Valga como exponente de lo dicho un ejemplo, que queda en casa: un periódico como EL PAlS, al que no puedo sino alabar por su buen hacer, titula «Política» a una sección donde nos cuenta lo que pasa en Madrid: lo que hacen los ministros, los homenajes a ilustres opositores, etc. En otra sección, extrañamente llamada «Regiones», se nos comenta que se ha unido la oposición canaria, que en el País Valenciano existe una Taula de Forces Politiques i Sindicals, que en Cataluña..., etc. Por lo visto, a los ojos del excelente diario, esto no es política, sino algo distinto, dificil de definir, a modo incluso de folklore que ocurre a muchos kilómetros de donde de verdad se adoptan las decisiones que valen. Y posiblemente hoy tenga razón. Se valora más la importancia de cualquier decisión tomada en Madrid, incluso las de los partidos ilegales, por nimia que sea, aunque provenga de grupos, todos muy respetables, de escaso número de militantes, que cualquier otro hecho, a veces mucho más relevante, que parta de la periferia. Es un planteamiento ptolomeico, y perdón por la petulancia.La modificación copernicana se está dando ya, a la primera vuelta de la libertad tolerada en que vivimos desde hace unos meses. Quien no la entienda, que la estudie, y que procure adaptarse a ella, porque en la España del pasado mañana será impensable estructurar la democracia sin estructurar la autonomía regional, y es de esperar que así lo,consideren los demócratas coordinados y todos aquellos que honradamente buscan la libertad de los españoles en un Estado democrático.

Por último, algún aviso para regionalistas de nuevo cuño, que bienvenidos sean: en primer lugar, la autonomía no resuelve los problemas políticos de fondo; la autonomía no es ni socialista ni liberal, y pretender levantar con ella una bandera de clase es confundir los términos; la autonomía acerca la política y el poder a la gente, permite la sana competencia y discusión desde un «pluralismo institucional» por el que, a través de matices territoriales distintos y de partidos políticos diferentes en los respectivos poderes, la democracia, y con ello el bienestar de las gentes, saldrá ganando; la autonomía extiende la democracia; es, además, un vehículo jurídico para el desarrollo de los territorios con personalidad política diferenciada, etc. Pero no es más que un deseado marco jurídico-institucional. Pretender extrapolar la cuestión, con el pensamiento de que en ello va la implantación del socialismo o del librecambismo es negativo, por inexacto e ilusorio.Y en segundo lugar, la autonomía no significa cambiar un centralismo por otro. El alicantino no deberá ir a Valencia, en vez de a Madrid, o el tarraconense, a Barcelona, etc., a solucionar sus problemas. La autonomía regional (con facultades legislativas y ejecutivas) debe ir unida a la autonomía municipal (con facultades ejecutivas), para que tenga sentido como vehículo de democratización.

(1) Es obvio que en todo el territorio del Estado, habría que distinguir entre nacionalidades y regiones, e incluso entre autonomías concretas, diversas en cada caso. Habría que añadir, que tales autonomías pueden ser más o menos amplias, según las diferentes regiones, y a ello debería acoplarse nuestra legislación futura. No entro en la cuestión por exceder de los límites del escrito, y utilizo el término «región» como comprensivo de ambos, como tampoco en el tema de la Europa del futuro (Europa de las Regiones «versus» Europa de las Patrias), que todavía deberá ser objeto de múltiples debates.

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